domingo, 22 de abril de 2012

La populista decisión de Cristina Fernández Kirchner


Hace un par de días, la presidenta argentina Cristina Fernández anunció la expropiación de la petrolera Repsol. El proyecto supone la expropiación del 51% de las acciones de YPF que están en manos de la empresa española; y que pasarán a propiedad del Estado. El 49% restante pertenecerá a las provincias argentinas productoras de petróleo.

Como argumento para realizar la expropiación, la presidenta argentina ha defendido el interés público de los hidrocarburos; alegando además un incumplimiento de la ley por parte de la multinacional española, ya que supuestamente las inversiones en YPF habían caído estrepitosamente. Kirchner mantiene que las empresas ubicadas en el territorio nacional son argentinas, a pesar de que sus accionistas sean extranjeros.

La decisión del Gobierno argentino es respetable, pero completamente condenable para quien tenga sentido común y conozca la trayectoria de Repsol con respecto a YPF; siendo ésta una empresa pública privatizada en 1999, como consecuencia del programa de reestructuración económica realizado por el gobierno de Carlos Menem. Al cabo de los años, YPF pasó de ser una empresa ruinosa a convertirse en la poseedora del 32% de la producción de hidrocarburos.

Repsol reflotó YPF mediante la inversión y la modernización tecnológica, convirtiéndola en una empresa competitiva. Ahora que la empresa de origen argentino es solvente y genera riqueza, los líderes políticos han decidido que vuelva a manos estatales.

Esta maniobra populista recuerda la llevada a cabo hace 30 años: la ocupación de las Malvinas. Alentando al patriotismo se hizo olvidar a la opinión pública cuáles eran los verdaderos problemas del país, que ya no pasaban por la economía o el fin del régimen militar; sino por la lucha contra el imperialismo británico.

Esta vez, el argumento populista que se ha utilizado es la soberanía de los hidrocarburos argentinos. Puede que este argumento convenza a parte de la opinión pública argentina pero no a la comunidad internacional. No sólo han condenado la expropiación los países occidentales con intereses económicos en la zona, sino también la mayoría de países latinoamericanos.

México, Chile y Colombia han condenado la expropiación y dado su apoyo a España; mientras que Venezuela, Bolivia y Nicaragua han ratificado su apoyo a la líder argentina. Aquí se puede apreciar la división entre quienes respetan la propiedad privada y las inversiones como medio para favorecer el crecimiento económico; y los que se perpetúan en el cargo con la excusa de defender los intereses nacionales.

La más afectada será Argentina, ya que la decisión sólo provocará la fuga de capital extranjero y la inversión, que son vías para crecer y generar riqueza. Por lo tanto, pocas empresas invertirán en territorio argentino si no tienen garantías jurídicas y legales de que no serán expropiadas injustamente.

Sin embargo, parte de la opinión pública española aboga por inhibirse del asunto, alegando que ningún ciudadano español se beneficia de las actividades de la petrolera y por tanto, no habría diferencia si todas las inversiones españolas en el extranjero son expropiadas, ya que sus beneficios son para unos pocos.

Seguramente los defensores de esta teoría desconocen los criterios que se manejan para calificar la posición internacional de un país: la presencia de multinacionales en el territorio nacional y la existencia de las propias en otros países; el comercio exterior de mercancías y servicios; y la presencia de capital extranjero gracias a las compañías y la banca; sin olvidar el grado de liberalización de la economía.

Por lo tanto, cualquier vulneración de lo anteriormente expuesto supone un ataque contra los intereses españoles pero, en especial, supone un agravio a los intereses de la nación argentina; cuyo Estado guarda cada vez más paralelismos con la Venezuela chavista.


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