sábado, 31 de diciembre de 2011

Fin de año 2011

El año 2011, marcado por la crisis económica que asola Occidente, llega a su fin. El año que viene debe ser visto prometedor. Europa empezará a caminar hacia el fin de la crisis, un camino que llevará años pero que ya vemos en el horizonte; está empezando a haber cambios, como los nuevos gobiernos en España, Grecia e Italia que dan aire fresco al panorama; o el acuerdo de llegar a un consenso europeo en cuanto al asunto fiscal, liderado por Francia y Alemania. El año 2012 vendrá marcado asimismo por la retirada de las tropas estadounidenses de Irak, una guerra que empezó hace nueve años y sobre la cual hay opiniones diversas.

Soy consciente del calado de los problemas que atraviesa Occidente en estos tiempos, no es sólo un problema económico; es decir, la crisis que atraviesa Europa es también moral. Hemos llegado al punto en el que el pan de cada día son casos de corrupción, abuso político y falta de valores; noticias que ilustran perfectamente este planteamiento son “el Caso Urdangarín”, “El Caso Campeón” o las muchísimas noticias referidas a casos de corrupción. La crisis moral no afecta únicamente a la clase política, también se ve reflejado en numerosos casos de desapariciones y asesinatos (violencia de género o el Caso Marta del Castillo, entre otros).

Le pido al nuevo año que nos dé fuerza y nos haga tomar conciencia sobre la falta de valores, humanidad y moral. Creo en una sociedad justa y democrática, el camino es largo pero las claves para lograrlo son claras: tenemos que informarnos, educarnos, estar preparados para hacer frente a un competitivo siglo XXI, pero sobre todo tenemos que educarnos en moral y comportamiento. Debemos inculcar a las generaciones que vienen los valores de la democracia, pero en especial el saber tratar a las personas y comprometerse con un código ético. Es el único camino que tenemos para enfrentarnos a la corrupción, la deshumanización, la incompetencia general de la élite política y a muchos otros males que asolan Occidente. Es importante decir que una labor tan importante recae en la Familia, sea de la clase que sea.

Defiendo una sociedad en la que la juventud participe y opine sobre la vida política, pero para ello es imprescindible que se informen y consulten tantas fuentes como sea posible. Creo en una sociedad donde el individuo pueda desarrollarse plenamente, donde las leyes sean justas con él e implacables con el que daña al individuo y en su conjunto, a la sociedad. La sociedad ideal será aquella en la que el individuo tenga claro que para lograr lo que se pretende debe ante todo trabajar duro y no olvidar de dónde viene, cuáles son sus raíces.

Pretendo que la Educación, la Sanidad y la Justicia sean piezas claves en esa sociedad ideal pero sobre todo que no sean objeto de reforma, ni de izquierda como de derecha. Debemos crear un sistema educativo, sanitario y judicial único, duradero y de calidad; que dure más de dos o tres legislaturas.

Echándole un vistazo al artículo final de 2010, no es demasiada la diferencia, sigo teniendo como bandera la imparcialidad, las ganas de escuchar y ser escuchado, sin olvidar el indispensable espíritu de autocrítica. Ciertamente, este artículo no es tan extenso como su homólogo anterior, pero espero que haya mejorado cualitativamente.

No quiero terminar sin acordarme de todas aquellas personas que por una u otra razón, viven en situación precaria. Tengo claro que sé de lo que hablo en este sentido; hace unos días tuve el orgullo de colaborar en un proyecto de la organización católica Cáritas, más concretamente en lo referente a madres solteras cuya situación económica y social dista mucho de ser la adecuada. No pude reprimir emocionarme al ver cómo esas madres leían con sus hijos, el que no haya estado allí no puede imaginar la ternura que se reflejaba en los ojos de esas madres. Fue bastante significativo porque no olvido de dónde vengo ni todo el empeño y la dedicación que ha empleado mi madre en mí.

viernes, 23 de diciembre de 2011

La Monarquía en horas bajas


Existen muestras de que nuestra democracia aún no es perfecta, como por ejemplo en lo referente al artículo de la Constitución que reza “Todos los españoles somos iguales ante la Ley”. Teóricamente es así en cuanto a derechos y obligaciones pero, verdaderamente no es así. La persona del Rey es inmune ante la Ley, no puede ser procesado ni imputado bajo ningún concepto, citando textualmente el Artículo 56: La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65,2”

Sin embargo, no es este carácter inviolable del Rey lo que me preocupa, ya que teóricamente debería desempeñar su función siguiendo unos patrones modélicos, como establece el Artículo 61: “El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales, prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las Leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas”; según mi punto de vista el Rey demostró durante la Transición Democrática que era un hombre a la altura de las circunstancias, capaz de desempeñar el cargo tan importante que se le encomendó. Sin embargo, este derecho se extiende al conjunto de la Familia Real y es aquí donde comienza el conflicto.

¿Por qué el señor Urdangarín no ha sido imputado aún en el caso de corrupción que, sin lugar a dudas, le hace culpable? ¿Por qué su presunto cómplice lleva varios meses imputado y él aún no? ¿También ese carácter que se le da al monarca en el Artículo 56 lo posee el señor Urdangarín? ¿Será finalmente juzgado y encarcelado? ¿En el hipotético caso de que la infanta también esté de lleno en el asunto, será procesada? Si no es así y Urdangarín logra eludir la Justicia, será el principio del fin de la Monarquía Española. El Monarca debe darse cuenta de que no actuando con decisión frente al “Caso Urdangarín” están ayudando a que el republicanismo gane adeptos, y con razón.

No quiero acabar sin hacer hincapié en que es fundamental que las cabezas visibles de nuestra sociedad sean personas con un comportamiento modélico, basado en valores y normas morales que hagan que sean tomados como ejemplo por el resto de la sociedad.