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martes, 16 de agosto de 2016

El Brexit y los referéndums

El 52% de los electores británicos ha decidido que su país debe abandonar la UE, continuando su camino en solitario. Lo que comenzó como herramienta de presión para renegociar la posición británica, ha terminado como un paso atrás en el proceso de integración europeo. El movimiento euroescéptico no ha logrado un resultado semejante en ningún otro Estado de la Unión. Dado el resultado del referéndum, el Reino Unido debe abandonar la organización internacional que más ha avanzado a nivel mundial en la integración política, económica y social de sus miembros.

Los argumentos esgrimidos a favor del Brexit, tales como la recuperación de la soberanía nacional, el control de los flujos migratorios o el propio ego británico, son los que han triunfado. Por otra parte, los argumentos de la solidaridad entre los Estados Miembros y las ventajas y beneficios económicos reportados por la Unión no han logrado convencer a la mayoría de los británicos. Las instituciones europeas han aceptado democráticamente el resultado y han manifestado que las negociaciones formales para la completa desconexión del Reino Unido deben comenzar lo antes posible.

Durante el tiempo que duren las negociaciones se mantendrá el statu quo de los ciudadanos europeos en Gran Bretaña, y a la inversa. Pero es una realidad que cuando el proceso termine, las libertades fundamentales de libre circulación de personas y bienes y servicios quedarán restringidas. Los productos británicos serán más competitivos debido a la previsible caída de la libra, pero esto también provocará que los ciudadanos tengan menor poder adquisitivo. El comercio entre el continente y la isla volverá a sufrir aranceles y aduanas, dificultando el intercambio comercial y el progreso económico. Además, las inversiones extranjeras en el país caerán previsiblemente por la enorme inseguridad jurídica que se avecina.

Las negociaciones conducirán a un acuerdo entre el Reino Unido y la UE, o en su defecto y según la materia, con cada uno de los Estados Miembros, para reconfigurar la situación del primero en el marco europeo. Los acuerdos que se alcancen probablemente mantendrán algún tipo de cooperación y facilidades económico-comerciales, pero en ningún caso podrán alcanzarse los niveles de integración de los que actualmente disfruta el país anglosajón.

El resultado ha provocado la dimisión de David Cameron. Dimisión lógica, pues no es posible que el primer ministro que ha hecho campaña a favor del remain lidere a su país en el proceso de desconexión, pues supondría gobernar contra conciencia. Cameron se ha suicidado políticamente y ha devuelto a su país al s.XIX. Su estrategia ha fracasado estrepitosamente; pensaba que el referéndum como medio de presión permitiría a Gran Bretaña negociar de manera reforzada, y sin embargo ha provocado su salida de la UE. El primer ministro británico, ante las presiones de sus colegas euroescépticos de partido, ha antepuesto su silla al futuro de los británicos.

Cameron ha sumido a su país en una profunda crisis de consecuencias desconocidas. Ha dividido la sociedad británica en bandos y ha dado el primer paso para la desintegración de su país. El hecho de que Escocia e Irlanda del Norte hayan votado por el remain, ha dado aliento a los independentistas de ambas regiones, quienes reclaman un nuevo referéndum sobre su independencia; o como mínimo, la manutención de sus vínculos con la Unión. En cualquier caso, es necesario debatir sobre dos cuestiones fundamentales: cómo entender la democracia y la validez de su manifestación más directa, el referéndum.

No es prudente confiar cualquier tipo de asunto al referéndum, pues existen cuestiones trascendentales y técnicamente complejas que no pueden decidirse de manera tan simple. La democracia directa es difícilmente practicable, y cuanto menos, este tipo de decisiones requieren una mayoría reforzada. La salida de Gran Bretaña no puede decidirse únicamente por el 52% del electorado, pues constituye una mayoría volátil que puede convertirse en minoría en pocos años, dado que los jóvenes han votado masivamente por permanecer en la Unión.


Como conclusión, los británicos deben prepararse e iniciar el proceso formal de desconexión. Reino Unido sobrevivirá porque es una gran nación, pero se avecinan tiempos turbulentos e inestables. También es tiempo de reflexión para los defensores de la Unión, pues ha quedado demostrado que el proceso de integración europeo no es irreversible, y que todavía queda mucho camino que recorrer para conseguir la completa integración.

lunes, 2 de junio de 2014

Elecciones Europeas 2014 (IV)

Desde una perspectiva autonómica resulta preocupante el triunfo del independentismo en Navarra y País Vasco, donde EH Bildu se consolida como segunda fuerza política con el 20,10 y 23,35% de los votos respectivamente. En Cataluña, Esquerra Republicana ha tomado el relevo y mando del proceso independentista con un 23,67% de los votos, relegando a CiU a un segundo puesto. Dichos resultados son sorprendentes si se comparan con las europeas de 2009, donde ERC era cuarta fuerza política con el 9,20% de los votos, y el PSC la primera con el 36,00%. En Navarra y País Vasco, la posición de Bildu, inexistente en aquel momento, la ocupaba el PSOE con el 31,48% y 27,78% de los votos respectivamente.

En Canarias las elecciones vuelven a poner de manifiesto el descontento de la ciudadanía hacia los nacionalistas aglutinados bajo las siglas de Coalición Canaria, con el 12,21% de los votos, frente al 15,84% que obtuvieron en 2009, siendo de nuevo tercera fuerza política. En este sentido, Coalición Canaria lleva dos derrotas electorales consecutivas, y continúa gobernando Canarias gracias a los alternativos pactos con populares y socialistas, que constituyen la primera y segunda fuerza política del archipiélago.

Esta situación define perfectamente la inexistencia de compromiso de Estado: PP y PSOE son incapaces de llegar a un acuerdo para destronar a Paulino Rivero y CC del Gobierno. Mientras Canarias mantiene el liderato junto al sur peninsular de la tasa de desempleo y abandono escolar, miles de jóvenes emigran por culpa de un mercado laboral incapaz de absorberlos y la corrupción sigue abriéndose paso en la vida política canaria, las mayores fuerzas políticas del archipiélago siguen de brazos cruzados, incapaces de llegar a un acuerdo para acabar con más de 20 años de gobierno nacionalista.

España en su conjunto se desgarra en manos del extremismo, la decepción y la desilusión, ocupando el vacío dejado por un PSOE debilitado, sin unidad y sin proyecto nacional. Todos estos datos son preocupantes, y mientras manifiestan el fin del bipartidismo, anuncian simultáneamente una etapa de disgregación política e inestabilidad gubernamental que sólo será superada a través de frágiles alianzas electoralistas que no resistirán el primer embate.

No obstante, hay algo más preocupante que la inestabilidad y el ascenso del radicalismo: el alarmante nivel de abstención. Afortunadamente, la participación ha subido en comparación con las de 2009, pero sigue habiendo un 54,16% de abstención. Más de la mitad de los ciudadanos que están convocados a las urnas no ejercen su derecho ¿Cómo cambiar esa tendencia? ¿Qué piensan los ciudadanos de esta situación? ¿Cómo afectaría al resultado electoral su voto? ¿Qué ocurriría en Cataluña si el 52,37% de abstención se convirtiera en votos? La situación es de extrema gravedad, y merece que los ciudadanos se pronuncien.


jueves, 29 de mayo de 2014

Elecciones Europeas 2014 (I)

Los comicios celebrados el 25 de mayo, donde los ciudadanos elegían a los parlamentarios que les
representarán en el Parlamento Europeo, órgano colegislador de la Unión junto al Consejo, ha arrojado unos resultados preocupantes, merecedores de análisis y reflexión. Los europeos, aunque algunos no quieran admitirlo, aprueban la gestión de los conservadores durante la crisis, otorgando al Parlamento Europeo un carácter eminentemente conservador. Parece que el discurso de la izquierda europea y sus políticas de mayor flexibilidad frente al endeudamiento no han recabado el apoyo esperado.

Resulta preocupante el ascenso de grupos euroescépticos y radicales en la cámara europea: el “Frente Nacional” de Marine Le Pen en Francia, la coalición de izquierda radical “Syriza” en Grecia, el “Movimiento Cinco Estrellas” de Beppe Grillo en Italia, y otros grupos han conseguido escaños. Su éxito se debe sin duda al discurso populista que emplean, ofreciendo las soluciones que la población quiere escuchar aunque resulten irrealizables, a las consecuencias de una crisis financiera que ha obligado a rescatar Estados y someterlos a una férrea disciplina económica, al aumento de la pobreza, la desigualdad y en menor medida el desconocimiento ciudadano sobre las instituciones europeas.

La respuesta de los ciudadanos en las urnas puede ser la reacción lógica a la cada vez mayor pérdida de soberanía económica de los Estados; tal vez el proceso de integración económica haya llegado demasiado lejos, y los Estados deban tener mayor margen de maniobra para afrontar las crisis económicas. Tal vez haya llegado el momento de reformular la Unión Europea y corregir los defectos que juristas y economistas señalaron en los orígenes de la organización. La integración europea es una meta apasionante, que sin duda ha reportado beneficios y supone el inicio de una nueva Europa, pretendiendo poner fin a siglos de conflicto.

No obstante, la institucionalización de ese proyecto debe debatirse y, en su caso, corregir defectos: subsanación del déficit democrático, puesta en marcha de manera definitiva de la Política Exterior y de Seguridad Común; ahondar en la internacionalización del sistema educativo de tal forma que se permita trabajar en la Unión exclusivamente en tres idiomas (inglés, francés y alemán) y la utilización de otros idiomas para sectores concretos (el español e Hispanoamérica), permitiendo reducir un excesivo cuerpo funcionarial y burocrático que ha recibido numerosas críticas. Sin olvidar una mayor integración económica que verdaderamente permita el progreso de los Estados; y especialmente acercar el funcionamiento y diversos fines de la UE al ciudadano.

A nivel nacional español, 63 parlamentarios de los 751 que componen el Parlamento Europeo son elegidos en España en función de una distribución poblacional. Centrándonos en los resultados españoles, los datos anuncian el principio del fin del bipartidismo, aunque los conservadores hayan ganado las elecciones han perdido 8 eurodiputados con respecto a 2009, quedándose en 16 parlamentarios. La caída del PSOE también parece imparable, quedando su representación en 14 parlamentarios, 9 menos que en los anteriores comicios. Los dos partidos mayoritarios no suponen ni la mitad de los parlamentarios; definitivamente, han sufrido el castigo de una ciudadanía que no olvida la herencia socialista pero que tampoco termina de aprobar la gestión de Mariano Rajoy.

Asimismo, la propaganda televisiva y de las redes sociales alentando el castigo al bipartidismo ha tenido éxito: son 9 las formaciones y coaliciones que tendrán representación en Europa. El PSOE ha sido adelantado por la izquierda por Podemos, Izquierda Plural y UPyD, produciéndose un trasvase de los votos tradicionalmente destinados al partido progresista por excelencia en favor de agrupaciones políticas minoritarias que apenas tienen representación en el Congreso. Se ha producido una especie de balcanización de la izquierda que puede hacer mucho daño a los socialistas.

martes, 27 de agosto de 2013

La cuestión gibraltareña

Para abordar el asunto gibraltareño debemos retroceder hasta sus orígenes históricos, lo cual nos hará comprender perfectamente el dolor que produce en España la posesión británica de la Roca. Todo comienza con la Guerra de Sucesión española a principios del siglo XVIII, cuando el último monarca Habsburgo, falleciendo sin descendencia, entregó la corona española a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV. El temor a la ruptura del equilibrio continental debido a una posible alianza entre franceses y españoles, con la consecuente hegemonía franco-española en Europa, llevó a Inglaterra y otros países a proponer un candidato alternativo: el archiduque Carlos.

Estas circunstancias condujeron al estallido de una nueva guerra y la división civil española. El desenlace del conflicto supuso para España algo más que pérdidas territoriales y la extinción de su hegemonía en Europa; significó la completa implantación de la Monarquía absolutista. En este sentido, si bien Felipe V respetó los fueros vascos, la Corona de Aragón perdió la mínima autonomía que le quedaba, pasando a reformarse al estilo francés la organización territorial. En otras palabras, Felipe V impuso un control centralista del Estado, tal y como Olivares recomendó a Felipe IV en 1624. En definitiva, las instituciones aragonesas de control del poder real fueron liquidadas por los Decretos de Nueva Planta.

En estas líneas nos hemos limitado a realizar un análisis histórico-jurídico de lo que supuso la llegada de los Borbones a España; pero lamentablemente, son muchos los análisis subjetivos que se hacen de esta etapa de nuestra Historia, convirtiendo algunos episodios en baluartes nacionalistas. Un ejemplo puede ser Rafael Casanova y la Diada, quienes en ningún momento estuvieron vinculados con el independentismo, sino con la visión particular que cada bando tenía sobre la España de aquella época.

Retomando el asunto meramente territorial, las tropas anglo-holandesas tomando posiciones en la guerra civil en nombre del archiduque, ocuparon Gibraltar, y en contra de lo que debiera esperarse, el Peñón fue tomado en nombre del monarca inglés. Este acto contrariaba cualquier norma moral o de caballería, puesto que España no se encontraba propiamente en guerra con la Gran Bretaña, ni debe olvidarse que esta nación únicamente tomaba partido en una guerra civil. Dicho punto de vista no es parcial, puesto que han sido muchas las voces británicas ilustres que han condenado este episodio, como Sir Robert Gardiner, John Bright, William Atkinson, Holliday Sutherland y Arnold Toynbee.

Dicha situación fue ratificada posteriormente en el Tratado de Utrecht de 1715, donde se reconocía a Felipe de Anjou como rey de España a cambio de ciertas condiciones, como la imposibilidad de que España y Francia estuvieran bajo el mismo trono y la pérdida de algunos territorios como Gibraltar. La situación de la colonia era bastante precaria, ya que estaba incomunicada del resto del territorio español, contando únicamente con la fortaleza y las aguas del puerto, sin ningún tipo de aguas jurisdiccionales. A partir de ese momento, la supervivencia de la colonia ha estado basada en actividades fraudulentas; debiendo añadirse la desobediencia continua al tratado y las leyes por parte de las autoridades del Peñón, quienes favorecidos por ciertos acontecimientos históricos aprovecharon para extenderse territorialmente.

Desde el s.XVIII los intentos de recuperar la posesión de la plaza fueron continuos, quedando abierta una herida que sigue sin cicatrizar. A lo largo del s.XX se lograron algunos avances considerables como la inclusión de Gibraltar por parte de la ONU en la lista de territorios a descolonizar. En pleno s.XXI, el derecho internacional y las leyes amparan las pretensiones españolas, siendo muestra de ello la sentencia del TJUE relativa a las aguas jurisdiccionales. Por otra parte, esquivando la cuestión de la soberanía y el patriotismo, al cual se atribuye erróneamente la razón de denunciar una injusticia, es obvio que Gibraltar infringe las leyes, siendo menester sancionar los atropellos de acuerdo a la legalidad.

El lanzamiento de hormigón al mar y el acoso a pescadores andaluces no es un plan preestablecido del Gobierno español, cuyas acertadas respuestas en este asunto deben ser respaldadas por la ciudadanía y la oposición. Picardo, en la engañosa seguridad del cacique, ha subestimado a los conservadores, creyendo que continuarían la línea de aceptación de hechos consumados de los últimos años. El líder gibraltareño pensó que el Gobierno de España seguía siendo partidario de la inclusión de la Roca, sin voz ni voto y cuya política exterior depende del Reino Unido, en las negociaciones. Afortunadamente, atrás quedan las torpezas de Moratinos y compañía, para quienes España era un “concepto discutido y discutible”.

Si nos ajustamos a lo dispuesto en el propio tratado de Utrecht, no se contempla la autonomía ni la independencia de la colonia, sino únicamente se expresa la preferencia del Reino de España en caso de enajenación del territorio por parte del Reino Unido. Por lo tanto, no cabe otra solución al conflicto que no sea la devolución del territorio a manos españolas. Mientras eso no ocurra, deben dejarse claras las intenciones españolas, procurando que la alternancia en el poder no suponga un giro de la política exterior respecto a Gibraltar. Todo ello transmitirá una imagen de seguridad a la comunidad internacional, frenando el deterioro de nuestra maltrecha reputación.

Por último, conviene mencionar ciertos intereses económicos perversos que reinan en la colonia británica, constituyendo el principal escollo para la devolución. Debe denunciarse su papel como paraíso fiscal y las prácticas irregulares que acoge; en este sentido, España debe perseguir el fraude, el engaño de las sociedades fantasma, cumplir las leyes y no recular bajo ningún concepto en sus exigencias.

domingo, 18 de agosto de 2013

"Los Miserables", de Víctor Hugo

Este artículo nace como reflexión sobre el contenido de cierta novela publicada en 1862 bajo el título de
“Los Miserables”, escrita por Víctor Hugo. Cualquiera ha oído mencionar este escritor y la gran altura intelectual de sus obras; quien haya profundizado en su figura habrá comprobado su vocación política y las consecuencias derivadas de su compromiso ideológico, como el exilio. Definitivamente, Víctor Hugo fue un destacado intelectual del siglo XIX y uno de los personajes más ilustres de la Historia contemporánea de Francia y Occidente.

Todos le atribuyen elogios sin ni tan siquiera haber leído previamente cualquiera de sus obras. Sin embargo, tras la lectura de “Los Miserables” lo expuesto anteriormente no varía un ápice; de hecho, las virtudes expuestas son incapaces de abarcar en su totalidad la grandeza del autor y su obra. Existe un antes y un después tras la lectura de esta novela; quien considere la literatura un goce aprenderá lecciones vitales, emprenderá una revisión interna que le llevará a crecer intelectual y espiritualmente. En todos los sentidos, esta obra de arte constituye un gran alimento para el alma inquieta que busca respuestas en el torbellino de la realidad, bajo la incorruptibilidad y coherencia de los principios.

“Los Miserables” constituye un monumento de reflexión filosófica, política y religiosa. Para un ser humano ávido de conocimiento y debate, esta novela representa una explosión de crítica hacia los hombres, los sistemas políticos y las leyes; y de denuncia hacia la hipocresía e incoherencia social. Interiorizar esta obra literaria permite al lector detener el tiempo en el dinamismo y vorágine social, fijar la vista en los más desfavorecidos y encontrar un amplio abanico de personajes: héroes, villanos y mártires. Además, cada capítulo se encuentra plagado de reflexiones que permiten navegar en el océano de los sentimientos más sublimes.

Víctor Hugo sitúa al lector en el contexto histórico del momento, impartiendo una magistral clase de Historia contemporánea y mostrando los defectos de la primera formulación del Estado liberal, testigo de la agonía del absolutismo. Durante el s.XVIII la monarquía absolutista frenó el avance del comercio y la economía; la seguridad que proporcionaba frente al feudalismo había pasado a mejor vida. Además, las aspiraciones de la burguesía pujante confrontaron con los estrictos controles y requisas estatales. La Ilustración y los precedentes históricos, combinados con el malestar social y la estrategia burguesa, constituyeron el caldo de cultivo para las dos grandes revoluciones del s.XVIII.

En un primer momento, los derechos y libertades eran efectivos únicamente para cierta minoría privilegiada, siendo muestra de ello el sufragio censitario. La Constitución representaba un mero marco político, de carácter programático y vulnerable a reformas arbitrarias, debido a la inexistencia de mecanismos jurídicos de aplicación y estabilidad temporal. Víctor Hugo recoge las demandas de la clase media y popular, ilustra de forma sublime el camino a seguir para la consecución del Estado social y democrático. En su línea visionaria, el escritor demanda un Estado más comprometido con los desfavorecidos, que proteja a aquellos pilluelos huérfanos de París y garante de unas condiciones dignas para los obreros.

Ese modelo de convivencia tan sólo aparecerá como fruto de la evolución del Estado liberal, presionado por las demandas de la clase media y el movimiento obrero, siendo grandes rivales ideológicos el fascismo y el socialismo. Será después de las dos conflagraciones mundiales cuando las Constituciones adquirirán auténtico carácter vinculante y asegurarán la existencia del Estado democrático y social, donde se lucha frente a las desgarradoras escenas que Víctor Hugo describe. También merece la pena mencionar su discurso en la Conferencia de la Paz de 1849 en París, donde el intelectual apuesta por la unidad de Europa consagrándose como precursor de la Unión Europea.

La persecución del policía Javert sobre Juan Valjean representa uno de los debates más prolíficos del Derecho, y es la no necesaria coincidencia entre legalidad y justicia. Víctor Hugo muestra que el cumplimiento de la ley no siempre es sinónimo de justicia, que la obediencia ciega a los códigos obviando principios morales puede conducir a excesos. La situación filosófico-jurídica francesa del s.XIX es reflejada perfectamente, predominando el tenor literal de los textos legales y la prohibición de cualquier clase de interpretación judicial. En definitiva, intentar evitar la arbitrariedad condujo a la obediencia ciega de la ley y al olvido del derecho natural, error que permitió al Estado nazi cometer los excesos del Holocausto amparándose en la ley.

Como conclusión, debemos tener en cuenta que el Estado democrático no es definitivo, es susceptible de sufrir retrocesos, siendo por ello un continuo aprendizaje. En esta línea, los ciudadanos deben ser críticos con la actuación de sus representantes, concienciarse sobre la importancia de su voto y el sacrificio que ha supuesto alcanzar la democracia.

viernes, 28 de junio de 2013

La Unión Europea y las promesas electorales

En 1999, un grupo de países cedieron su soberanía monetaria al Banco Central Europeo y adoptaron el euro como moneda común. Con ello se pretendía profundizar en la integración económica, convirtiendo Europa en un coloso capaz de competir con EEUU y Japón, a través de una moneda fuerte frente al dólar americano y la libra británica. Efectivamente, España cedía soberanía a cambio de un futuro ilusionante y esperanzador, que nos haría progresar como país y contribuiría a la convergencia europea.

Sin embargo, catorce años después y siendo la crisis económica el gran detonante, el sueño económico europeo se derrumba por su propio peso. En un contexto donde los movimientos euroescépticos se incrementan, la ciudadanía de los Estados miembros se distancia de las instituciones europeas. La crisis, el primer gran embate sufrido por la Unión Europea nacida del Tratado de Maastricht, ha puesto de manifiesto los defectos originarios de la unión: una superestructura construida sobre pilares endebles y distante de ser una verdadera unión política y económica, existiendo serios desajustes en la consecución equilibrada de sus objetivos.

A semejante déficit estructural se une la mejorable gestión de la dirección europea frente a la crisis económica, ya que mientras otras grandes potencias económicas se recuperan, la Eurozona continúa estancada y hundiéndose en la fangosa recesión. Los países europeos mediterráneos, los llamados PIGS, no son los únicos que atraviesan dificultades: Estados económicamente potentes como Francia y Alemania empiezan a presentar síntomas de agotamiento. En este sentido, muchos reclaman la puesta en marcha de alternativas frente a la estricta austeridad, políticas que conduzcan al crecimiento.

El Gobierno esgrime que su política fiscal está condicionada por las exigencias de Bruselas y el maquillaje contable de los socialistas. Esto les ha obligado a incumplir sistemáticamente su programa electoral; son las circunstancias las que supuestamente obligan al Gobierno a recortar servicios sociales, subir impuestos y engañar a votantes y ciudadanía. El objetivo de déficit y el saneamiento de las cuentas públicas son los escudos esgrimidos por el Gobierno de Mariano Rajoy para traicionar las ideas liberales y poner en marcha unas políticas al servicio de la insuficiente austeridad.

Ciertamente la UE establece determinados objetivos en el marco de sus reglas económicas fundacionales: el equilibrio presupuestario, el saneamiento de las cuentas públicas y el mantenimiento de niveles bajos de déficit e inflación; pero no indica a los Estados miembros cómo han de alcanzarlos, por lo que la subida impositiva es una elección exclusiva del Gobierno, a pesar del desvío del centro de atención. Dicha medida junto a otras ha retrotraído el consumo y disminuido la recaudación, todo ante la atenta mirada de una Unión Europea que rechaza abogar por estas medidas y condena el elevado desempleo.

Aunque la ciudadanía ha soportado grandes esfuerzos y el Gobierno ha emprendido algunas reformas sobre asuntos relevantes, las reformas esenciales para la supervivencia del proyecto de convivencia social aún no se han planteado. Siguen siendo tareas pendientes la reducción del tamaño de una Administración hipertrófica, la recuperación estatal de competencias vitales como la educación y la sanidad, la modernización de la organización territorial, una auténtica transparencia y la separación de poderes. Mientras no se aborden esas cuestiones y se suprima verdaderamente cualquier gasto superfluo, será difícilmente justificable cualquier recorte social.

Los argumentos esgrimidos en ningún momento avalan la política del despilfarro ni suponen un voto de confianza a la izquierda; resulta evidente que el Gobierno gestiona una situación desastrosa y que la legislatura aún no ha finalizado. Este artículo no pretende ser una crítica ciega e ignorante, sino una proclama de fidelidad a las ideas liberales, al sentido democrático y coherente del arte de gobernar, al carácter sacrosanto del programa electoral y a la lucha implacable contra la mentira.

sábado, 28 de julio de 2012

El fracaso de la Unión Europea, el Euro y los recortes


España se halla bajo la atenta mirada de los mercados internacionales, recibiendo un golpe tras otro, con la prima de riesgo batiendo récords y el IBEX en caída libre. Ante este panorama el Gobierno sigue la hoja de ruta “recomendada” por Bruselas, basada en fuertes ajustes económicos de ahorro, control del déficit y recorte de gastos.

Sin embargo, las medidas no han servido para relajar la presión sobre España, concluyendo que existe un problema más grave de fondo: el fracaso de la Unión Europea y el Euro. Como consecuencia, no sólo la sombra del rescate se cierne sobre España, sino también sobre Italia, cuya prima de riesgo superó recientemente la barrera de los 500 puntos. La crisis en su conjunto ha supuesto un fracaso europeo, complementado con las ruinosas legislaturas de Zapatero y Berlusconi, entre otros. 

Pretendíamos construir la casa por el tejado y ahora pagamos las consecuencias de nuestros errores, siendo imposible una verdadera unión sin la unificación bancaria y fiscal. Asociado a ello, Europa no se recuperará hasta que no aplique una política exterior verdaderamente común y tampoco mientras siga dependiendo de las tres agencias de calificación americanas.

Mientras la Unión Europea siga siendo una estructura sin una base común y solida, será imposible recobrar la confianza de los mercados; tampoco mientras el BCE evite comprar deuda soberana y permita el ahogamiento de los países por la financiación. Sin embargo, a pesar del panorama, la Unión puede sobrevivir a esta crisis, sirviendo de ejemplo las palabras de Draghi, cuya consecuencia inmediata fue el notable descenso de la prima de riesgo y la mayor subida de la bolsa en dos años.

El proyecto europeo es ilusionante, un reto que dejar a las generaciones venideras: países que hasta hace menos de un siglo luchaban en encarnizadas guerras intentan llegar a una meta común. Pero ese sueño se cumplirá cuando se refunde la Unión Europea desde su base; es el único camino para evitar la decadencia absoluta del continente.

Por todo ello, Rajoy debe centrar sus esfuerzos en combatir el desempleo y abandonar temporalmente su política de austeridad y recortes, porque de nada servirán hasta que no se recupere la confianza de los mercados. El Gobierno debe tomar las riendas y luchar por un papel predominante de España en Europa,  reformar la Unión y emprender reformas que realmente aporten confianza.

Dichas reformas no consisten en recortar servicios sociales como la educación y la sanidad, sino reformar el Estado y la política española: eliminar diputaciones, unificar ayuntamientos, acabar con las autonomías y el Senado, reducir privilegios políticos, prohibir la entrada de cómplices etarras en el desarrollo institucional, eliminar subvenciones a patronal, sindicatos, partidos políticos y demás sanguijuelas, privatizar televisiones públicas, penalizar severamente a los implicados en fraude, aplicar verdadera transparencia en los ingresos de los partidos políticos, reformar la ley electoral e instaurar una verdadera separación judicial.

Estas medidas, inevitablemente, deben ir acompañadas de una subida de impuestos ya que el problema es macroeconómico, pero sin duda alguna aportarán más confianza y crédito que los temidos recortes.