viernes, 29 de junio de 2012

Crítica a panfleto socialista, tercera parte.


Los indicadores económicos, de desarrollo y de calidad de vida muestran que países definidos por el autor como de “izquierdas” (Cuba, Venezuela y Bolivia), se encuentran por detrás de Argentina, Brasil y México; aunque es importante aclarar que el gobierno argentino ha puesto en marcha políticas populistas, siendo un gran ejemplo la nacionalización de YPF Repsol, cuya consecuencia será el descenso de la inversión extranjera y por ende, un posible estancamiento económico.

Según datos aportados por The Heritage Foundation, en colaboración con el Wall Street Journal, la libertad económica está reprimida en esos países de “izquierdas”, con una puntuación inferior al 49,9; mientras países con economías moderadamente libres como Chile o Uruguay superan el 60,0. 

Es evidente que los países latinoamericanos emergentes crecen en base al sistema capitalista, siguiendo las líneas de inversión extranjera, potenciación de la industria y liberalización económica. Además, los PIB per cápita más elevados de América Latina pertenecen a México, Argentina y Chile; encontrándose por encima de países como Venezuela, donde se registró en 2010 la mayor inflación anual por quinto año consecutivo, siendo junto con Haití las dos únicas regiones latinoamericanas en recesión económica durante el año 2010.

Con respecto a sus competidoras capitalistas, la renta per cápita venezolana ha caído en picado desde la década de los 80; al mismo tiempo, Chile crecía a un ritmo vertiginoso y Colombia se aproximaba cada vez más a la media aportada por Venezuela.

No se debe cerrar este punto sin nombrar la segunda potencia económica mundial: China, que ha logrado un desarrollo económico espectacular al poner en práctica un capitalismo despiadado y salvaje. No obstante, esa creación de riqueza no conlleva un aumento del desarrollo humano; y es que China es una potencia híbrida, combinando un sistema económico capitalista con un régimen político comunista. Todo ello se traduce en un nivel de miseria poblacional considerable.

Finalmente, tras acabar con el comentario sobre política económica, el autor sugiere que “una persona que tiene bien clara su ideología de izquierdas, lee los programas electorales de su partido o cualquier otro de izquierda real (aunque previamente, sepa cuales son), y desde luego jamás votará a un partido de derechas”. No obstante, leer los programas electorales de los partidos políticos es algo que hace cualquier persona consciente de la responsabilidad del voto, independientemente de la ideología que defienda.

Por lo tanto, planteo una serie de preguntas al autor: ¿Cuántas personas se hacen llamar de “izquierdas” y ni tan siquiera saben lo que significa? ¿Cuántos progresistas se han leído los programas políticos de los partidos que votan? ¿No será que eso de no leer los programas electorales es un mal general que se eleva por encima de ideologías?

Es muy típico de los extremismos coartar la libertad del individuo, por tanto: ¿Por qué la persona de izquierdas debe estar atado a no votar a un partido de derechas? ¿Acaso la persona de izquierdas no es libre de votar a quien quiera? ¿Por qué el autor la circunscribe a votar únicamente partidos de izquierdas? ¿No será que el autor comparte rasgos con la izquierda irracional?

Finalmente, el autor del panfleto que yo he criticado, ha censurado en su página web lo expuesto en el Blog de Santacrucero, demostrando su incoherencia y actitud totalitaria. Ser demócrata significa predicar con el ejemplo y respetar las opiniones de los demás, combatiéndolas mediante argumentos, nunca con la censura.




sábado, 23 de junio de 2012

Crítica a panfleto socialista, segunda parte.


Posteriormente, el autor nombra ciertos conceptos fundamentales asociados al planteamiento de izquierdas: “separación plena entre el Estado y cualquier confesión religiosa o monárquica”, “lucha por la igualdad entre residentes, foráneos y no creencia en las fronteras”, “la repatriación supone un insulto a la democracia y los derechos civiles”; y “un contrato de trabajo no puede negociarse íntegramente por empresario y trabajador; hay que garantizar un empleo y el cumplimiento de los derechos de los trabajadores por el que el empresario no pueda despedir y hacer lo que quiera cuando quiera con los empleados”.

En primer plano, el autor olvida consciente o inconscientemente la separación entre el Estado y otros tipos de confesión; es decir, no sólo religiosas o monárquicas, sino también militares y sindicales, siendo muy poco nítida la separación entre estas últimas y el anterior Gobierno. En segundo término, es injusto que un foráneo tenga los mismos derechos sociales que cualquier residente que haya cotizado y pagado sus impuestos religiosamente. Eso no impide sensibilizarse con la situación de los inmigrantes, pero debemos ser más sensibles con aquellos que más contribuyen al mantenimiento del Estado de bienestar.

En un mismo sentido, la repatriación no supone un insulto a la democracia, simplemente es la consecuencia lógica del incumplimiento de leyes que van encaminadas al desarrollo de una inmigración controlada y responsable.

La relación entre trabajador y empresario merece una crítica más amplia y mejor argumentada; para empezar, en España existe una visión muy negativa de lo que supone ser empresario. Es decir, muchos opinan que seguimos en el s.XIX con respecto a materia laboral, apoyando sus teorías en la última Reforma Laboral, que según ellos aumenta el poder del empresario explotador y cuyo único beneficiado es la élite empresarial.

Con ello, la izquierda irracional pretende situar en un mismo plano a las grandes empresas, las PYMES y los autónomos; ignorando o tal vez queriendo ignorar que los principales beneficiados de la reforma laboral son los dos últimos, que suponen el 95% del tejido productivo nacional. Los detractores se apoyan en el abaratamiento del despido, sin embargo ignoran que la reforma consta de 13 puntos más; y que realmente nuestra tasa de desempleo no está relacionada con nuestra legislación laboral.

Quiero decir con ello que con una legislación laboral mucho más estricta, España no ha podido evitar una tasa de desempleo superior al 24%; mientras que otros países europeos como Austria, con un marco laboral mucho más flexible, tienen una tasa de desempleo inferior al 8%.

Además, cada empresa es un ecosistema en sí mismo, no pudiendo en muchas ocasiones cumplir con los convenios sectoriales; por lo que a veces al empresario no le queda más remedio que la negociación directa con los trabajadores, especialmente cuando la empresa se encuentra al borde de la quiebra.

Por otra parte, el autor del artículo pierde totalmente el contacto con la realidad cuando pone como ejemplo a seguir algunos países de América Latina, donde “tienen gobiernos de izquierda por las políticas que están llevando a cabo”; posteriormente, el autor acusa a los medios de comunicación occidentales de “manipular” la información para que las políticas de Hugo Chávez parezcan populistas e incluso dictatoriales.

En primer lugar, la presidencia de Hugo Chávez entra en conflicto con el primer punto del programa que debe tener cualquier formación de izquierdas, y es que el mandatario venezolano no deja de ser un militar. Por lo tanto, ¿Dónde queda esa esa separación plena entre el Estado y cualquier otro tipo de formación? ¿Realmente distorsionan la realidad los medios de comunicación occidentales? ¿No se acuerda el autor de las nacionalizaciones a las que ha sometido Chávez a algunas cadenas televisivas venezolanas?

martes, 19 de junio de 2012

Crítica a panfleto socialista, primera parte


Este artículo nace como reacción a un panfleto donde se explicaba que ciertos partidos políticos no eran de izquierdas por el simple hecho de tomar ciertas medidas progresistas en un momento concreto del tiempo. A raíz de esta introducción, el artículo exponía las bases sobre las que debería actuar una auténtica formación de izquierdas. Dichos argumentos son los que he tratado de contraponer y desmontar.

En primer lugar, el artículo socialista afirma que términos como “igualdad” o “derechos sociales” van asociados exclusivamente a la izquierda, cosa que no se sostiene bajo ningún concepto. La igualdad y los derechos sociales van unidos a cualquier formación política regida bajo un marco constitucional regulador del Estado de derecho. A su forma, la derecha trabaja para conseguir la igualdad y bajo ningún concepto es detractora de los derechos sociales alcanzados con mucho esfuerzo desde finales del s.XIX y todo el s.XX.

Por otra parte, la ideología progresista, como señalaba el artículo, es la actitud que toma el individuo contra el sistema establecido; es decir, el capitalismo. No obstante, me pregunto a qué clase de sistema quieren llegar esas personas que luchan contra el sistema establecido, me gustaría saber cómo pretenden alcanzar semejante paradigma igualitario. Me pregunto si están dispuestos a desprenderse de sus i-Phone, Blackberrys, ordenadores, i-Pods y todos aquellos artículos nacidos del capitalismo.

La experiencia está de mi parte, y es que la puesta en práctica del proceso gracias al cual se llega al socialismo no ha reportado beneficios a los países que lo han intentado. El ejemplo más representativo del fracaso socialista es la extinta URSS; donde tras la caída del muro de Berlín se pudo apreciar que el desarrollo del individuo era inexistente y donde la pretendida “igualdad” no era más que una quimera.

La ideología marxista se basa en fundamentos respetables, pero imposibles de lograr dado el propio carácter egoísta del Ser humano. Marx habla de conceptos que tienen sentido si nos remontamos al contexto social del s.XIX, existiendo una fuerte diferencia de clases y una evidente explotación sobre el proletariado. No obstante, en la sociedad actual prácticamente no tiene sentido la propugnación de la “lucha de clases” o “dictadura del proletariado”; aunque sí tiene sentido la responsabilidad en el reparto de las culpas por la crisis económica o el enjuiciamiento de los malos gestores; así como el establecimiento de una España igualitaria en derechos.

Por otra parte, en clara alusión al PSOE, el autor critica que no se puede hablar de partido de izquierdas por el simple hecho de crear una ley de igualdad, una ley de dependencia y una ley de memoria histórica. Resulta ineludible hablar de estas leyes, generadoras de una fuerte polémica; es decir, la primera regula numerosos aspectos de la vida social y decisiones que hasta el momento eran libres, estableciéndose una dicotomía entre una supuesta problemática social y una herramienta de control gubernamental; y la segunda ha supuesto un rotundo fracaso organizativo y económico.

La tercera y más discutida, la Ley de Memoria Histórica, ha vuelto a poner sobre la mesa una problemática resuelta desde la transición democrática comenzada con la muerte de Franco en 1975. Dicha ley ha supuesto la institucionalización de la tradicional división de las dos Españas y la falta de visión en el proyecto común. La consecuencia es el anclamiento de España en el pasado, en un momento en el que la unidad de la nación es imprescindible para hacer frente a los retos del futuro.