Este artículo
nace como reacción a un panfleto donde se explicaba que ciertos
partidos políticos no eran de izquierdas por el simple hecho de
tomar ciertas medidas progresistas en un momento concreto del tiempo.
A raíz de esta introducción, el artículo exponía las bases sobre
las que debería actuar una auténtica formación de izquierdas. Dichos argumentos son los que he tratado de contraponer y desmontar.
En primer lugar,
el artículo socialista afirma que términos como “igualdad” o
“derechos sociales” van asociados exclusivamente a la izquierda,
cosa que no se sostiene bajo ningún concepto. La igualdad y los
derechos sociales van unidos a cualquier formación política regida
bajo un marco constitucional regulador del Estado de derecho. A su
forma, la derecha trabaja para conseguir la igualdad y bajo ningún
concepto es detractora de los derechos sociales alcanzados con mucho
esfuerzo desde finales del s.XIX y todo el s.XX.
Por otra parte, la
ideología progresista, como señalaba el artículo, es la actitud que toma el individuo contra el sistema establecido; es
decir, el capitalismo. No obstante, me pregunto a qué clase de
sistema quieren llegar esas personas que luchan contra el sistema
establecido, me gustaría saber cómo pretenden alcanzar semejante paradigma igualitario.
Me pregunto si están dispuestos a desprenderse de sus
i-Phone, Blackberrys, ordenadores, i-Pods y todos aquellos artículos
nacidos del capitalismo.
La experiencia
está de mi parte, y es que la puesta en práctica del proceso
gracias al cual se llega al socialismo no ha reportado
beneficios a los países que lo han intentado. El ejemplo más
representativo del fracaso socialista es la extinta URSS; donde tras
la caída del muro de Berlín se pudo apreciar que el desarrollo del
individuo era inexistente y donde la pretendida “igualdad” no era
más que una quimera.
La ideología
marxista se basa en fundamentos respetables, pero imposibles de
lograr dado el propio carácter egoísta del Ser humano. Marx habla
de conceptos que tienen sentido si nos remontamos al contexto social
del s.XIX, existiendo una fuerte diferencia de clases y una evidente
explotación sobre el proletariado. No obstante, en la sociedad
actual prácticamente no tiene sentido la propugnación de la “lucha
de clases” o “dictadura del proletariado”; aunque sí tiene
sentido la responsabilidad en el reparto de las culpas por la crisis
económica o el enjuiciamiento de los malos gestores; así como el
establecimiento de una España igualitaria en derechos.
Por otra parte, en
clara alusión al PSOE, el autor critica que no se puede hablar de
partido de izquierdas por el simple hecho de crear una ley de
igualdad, una ley de dependencia y una ley de memoria histórica.
Resulta ineludible hablar de estas leyes, generadoras de una fuerte
polémica; es decir, la primera regula numerosos aspectos de la vida
social y decisiones que hasta el momento eran libres, estableciéndose
una dicotomía entre una supuesta problemática social y una
herramienta de control gubernamental; y la segunda ha supuesto un
rotundo fracaso organizativo y económico.
La tercera y más
discutida, la Ley de Memoria Histórica, ha vuelto a poner sobre la
mesa una problemática resuelta desde la transición democrática
comenzada con la muerte de Franco en 1975. Dicha ley ha supuesto la
institucionalización de la tradicional división de las dos Españas
y la falta de visión en el proyecto común. La consecuencia es el
anclamiento de España en el pasado, en un momento en el que la
unidad de la nación es imprescindible para hacer frente a los retos
del futuro.
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