La Religión ha jugado un papel
fundamental a lo largo de la Historia; algunos sucesos históricos o
sociales en los que ha intervenido son testigos de ello. En España
podemos hablar de la Reconquista contra los musulmanes, las
evangelizaciones en los territorios americanos descubiertos y las
misiones en el Pacífico. En el contexto europeo se puede nombrar las
Cruzadas, la batalla de Lepanto y la Contrarreforma contra la Europa
protestante; siendo hechos que han marcado decisivamente la forma de
ser, el carácter y la cultura Occidental.
La Iglesia Católica tuvo durante
muchos siglos una relación muy estrecha con el Estado, influyendo en
gran parte de las políticas adoptadas por el primero; es decir,
además del poder espiritual, la Iglesia ostentaba un gran poder
político. La Inquisición y las acciones evangelizadoras protegidas
por el ejército colonial español en los territorios de ultramar,
como América y Filipinas, son un claro ejemplo de la unión entre
Estado e Iglesia.
En la misma tónica, la Europa actual
cuenta con muestras del esplendor cultural y artístico que la
Iglesia dejó como legado; siendo máximos exponentes ciudades como
El Vaticano y Roma, donde la grandeza y perfección artística,
arquitectónica y estilística de Occidente se siente a cada paso. En
España, bellas construcciones como la catedral de Burgos o Santiago
de Compostela atestiguan la influencia del catolicismo en la Historia
cultural de la nación. No obstante, la institución también es en parte culpable del tradicional atraso económico y político de nuestro país.
Con el paso del tiempo, la Iglesia fue
separándose de los poderes estatales y perdiendo influencia;
llegando hasta nuestros días sin apenas decisión en la esfera
política. No obstante, este proceso natural y lógico de separación
fue tardío en España, donde el poder clerical seguía siendo
considerable incluso pasada la mitad del s.XX.
En el caso español este tema es turbio
y doloroso; refiriéndonos con ello a la Guerra Civil, en la que se
vieron arrastradas millones de personas e instituciones; incluida la
Iglesia, la cual vio como sus privilegios desaparecían mientras era
víctima de una implacable persecución, iniciada antes de la guerra
fratricida. Por lo tanto, fue una persecución en un contexto bélico,
pero también político e ideológico.
Tras pasar episodios como la Guerra
Civil, la Dictadura Franquista y la Transición Democrática;
actualmente la Iglesia y la jerarquía eclesiástica han sido puestas
en el punto de mira por parte de cierto gobierno socialista, ateo y
anticlerical. Además, el propio comportamiento de los líderes
eclesiásticos, en cuanto a declaraciones y aspectos que no
sintonizan con el modelo de vida predicado por Jesucristo, ha
contribuido al desarrollo de un clima negativo.
Sin embargo, este antiguo gobierno
socialista ignoraba, o tal vez quería ignorar, la enorme e
importante labor de la Iglesia con respecto a la sociedad española.
Existe un aspecto que muy poca gente tiene en cuenta, y es que la
institución no sólo la componen obispos, cardenales o el Papa. La
Iglesia la componen muchísimas personas con vocación de ayudar a
los demás, y que dentro de las líneas establecidas por la Doctrina
Social de la Iglesia desarrollan programas con objeto de ayudar a los
más desfavorecidos.
Por tanto, me gustaría dejar bien
claro que una cosa son las declaraciones que pueda realizar la
jerarquía eclesiástica y otra muy distinta es la labor social de
todos cuanto conforman esa institución. Por otra parte, la Iglesia y
sus comedores sociales han evitado en parte el estallido de una
revuelta popular, y es que a nadie se le escapa que la situación por
la que atraviesa gran parte de la sociedad española es desesperada;
dando muestra de ello la cifra de parados, por poner un ejemplo de tanto que hay.
Finalmente me gustaría plantear una
cuestión: ¿Es consciente la élite política española del gran
papel humanitario que desempeña la Iglesia, atenuando de alguna
forma el drama que viven más de cinco millones de personas?
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