miércoles, 15 de junio de 2011

Gibraltar, una injusticia histórica.

A principios del siglo XVIII España se encontraba en una guerra civil provocada por el proceso sucesorio que se había abierto tras la muerte de Carlos II Habsburgo. Dicho rey apodado “el Hechizado” había cedido la corona a Felipe de Anjou, pariente de los Borbones, que era la familia que gobernaba Francia. Las consecuencias de esta llegada al poder suponía una alianza incondicional entre los galos y España, lo cual no era visto con buenos ojos por parte de Gran Bretaña que además de retener su hegemonía marítima no deseaba la aparición de una potencia hegemónica en el continente europeo.

Todo ello dio como resultado que tanto Inglaterra como Holanda presentaran a otro candidato a la corona de España: Carlos de Austria, ésto provocó el estallido de una guerra civil en la que los territorios españoles empezaron a tomar partido por uno u otro candidato.

Hasta el 4 de agosto de 1704 Gibraltar, posicionada a favor de Felipe, seguía siendo una plaza española, no obstante fue objeto de un ataque por parte de una escuadra angloholandesa de 61 naves al mando del almirante George Rooke. Tras el envío de una serie de misivas entre los defensores gibraltareños y los invasores, negándose los primeros a rendir la plaza, comenzó el bombardeo inglés. Posteriormente ingleses y holandeses desembarcaron en Gibraltar obligando a la rendición de una escasamente defendida plaza.

Aquí es donde debemos señalar un detalle clave en la historia del peñón y es que, en teoría, los aliados del archiduque Carlos tan sólo tomaban posiciones estratégicas en territorio español a favor del pretendiente austriaco, no obstante el almirante Rooke no hizo la toma de posesión de la plaza en nombre del candidato a la corona sino de la reina Ana Estuardo.

Evidentemente no se hizo esperar la reacción felipista y en septiembre de ese mismo año se intentó recuperar la plaza, siendo la operación un estrepitoso fracaso. Gibraltar siguió bajo dominio inglés tras la firma del Tratado de Utrech que ponía fin a la cruenta guerra civil; en dicho tratado se reconocía al pretendiente francés Felipe de Anjou como rey de España y las Américas (pasando a ser Felipe V), a cambio de este reconocimiento, Menorca y Gibraltar se convirtieron en colonias británicas. Por otra parte cabe destacar la existencia de una cláusula en la que se establecía que si en algún momento la plaza y fortaleza de Gibraltar dejaba de pertenecer a la corona británica, España tendría preferencia a la hora de la transacción.

A partir de ese momento comenzaron los abusos de las autoridades inglesas, por ejemplo podemos destacar el comportamiento de Jorge I de Inglaterra en la firma del Tratado de Madrid en 1721, cuyas negociaciones preliminares plantearon la devolución incondicional de la plaza gibraltareña. No obstante, a la hora de firmar el tratado, las promesas inglesas quedaron en agua de borrajas.

Otro claro ejemplo del abuso de los británicos fue el constante aumento territorial inglés al ocupar éstos zonas alrededor del peñón, las cuales no figuraban en el Tratado de Utrech. Tampoco ha sido la primera vez que aprovechándose de las buenas intenciones españolas los británicos amplían los límites de la colonia (fiebre amarilla de 1815 y construcción de una verja metálica en 1908).

Por una serie de factores, ya fuera por el pequeño tamaño de la colonia o por las restricciones de las autoridades españolas, Gibraltar era incapaz de automantenerse por lo que una de las actividades económicas que más beneficios reportaba era el contrabando. Incluso en este sentido los ingleses continuaron con una actitud arrogante llegando incluso a informar a la delegación española en Londres de que los navíos ingleses dedicados al contrabando irían armados para defenderse de los guardacostas españoles.

A pesar de todo no podemos decir que hubiera pocos ingleses contrarios a retener la plaza española. Muestra de ello nos lo dan numerosos intelectuales y políticos: en 1856 sir Robert Gardiner preguntaba “¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esa noble roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?”; más tarde en 1862, John Bright comentaría “el Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y el honor”; en 1951 William Atkinson señaló que “Inglaterra se ha comportado en la situación de Gibraltar añadiendo el insulto a la herida”; tres años después Halliday Sutherland afirmaba que “la toma de Gibraltar en 1704 fue un acto de piratería” y en 1966 Arnold Toynbee preguntaba “¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land´s End o en las islas del Canal?”.

Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y en la década de los 50 se inició un proceso descolonizador que afectó a casi todas las colonias que aún mantenían las potencias occidentales (especialmente Reino Unido y Francia). Para evitar por todos los medios que Gibraltar entrara dentro de este movimiento, el gobierno inglés puso en marcha una repoblación que fue duramente criticada incluso en la metrópoli. A pesar de las estrategias británicas, la Organización de las Naciones Unidas declaró en 1964 que la idea de conceder la independencia a los países y los pueblos colonizados incluía a la propia Gibraltar.

Por tanto, podemos afirmar que la última colonia inglesa se encuentra en Europa, dentro del territorio peninsular español. Así mismo, es clave destacar que los gibraltareños son tratados como ciudadanos de segunda clase en las Islas Británicas, es decir, un habitante de las antiguas colonias (hoy países independientes como La India) tiene más facilidades para establecerse en Reino Unido que un gibraltareño.

La recuperación de Gibraltar es una meta que en estos tres siglos se han propuesto todos los gobiernos que han tenido las riendas de España, no obstante parece que últimamente ese sentimiento se ha estancado y las causas de ello están en la cada vez más precaria situación de los españoles en la escena internacional. ¿Cómo puede ser que la Guardia Civil sea acosada en sus propias aguas por la Royal Navy cuando persiguen contrabandistas? ¿Por qué no es capaz José Luis Rodriguez Zapatero de dar un golpe encima de la mesa?

Es increíble ver como la Guardia Civil es ninguneada en nuestras aguas y el gobierno no sea capaz de arrancar ni tan siquiera una disculpa por parte de los ingleses. El problema gibraltareño siempre estará ahí por mucho que el gobierno socialista haga la vista gorda y si nuestros aliados ingleses desean tener una relación plena con los españoles, deben de corregir una injusticia histórica.

1 comentario:

  1. Una vergüenza histórica agravada con la actitud de este gobierno de "panolis" y antiespañoles.

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