miércoles, 24 de diciembre de 2008

Blas de Lezo, el vasco que salvó al Imperio


Inglaterra había reunido la mayor flota que vieron los tiempos, su objetivo era apoderarse de Cartagena de Indias, llave del Imperio español y el centro neurálgico del dominio español en América. Su toma significaría el estrangulamiento de las comunicaciones entre los virreinatos y España.

Para la conquista, Inglaterra movilizó una gran flota de 80 embarcaciones, 23.000 combatientes y 3.000 piezas de artillería, todo bajo el mando del almirante Vernon. Sobre el papel la victoria estaba asegurada, de hecho, Vernon mandó a emitir monedas conmemorativas que decía "El orgullo español, humillado por Vernon".

Blas era un hombre valiente e inteligente, le llamaban "medio hombre" porque había perdido una pierna, la movilidad de un brazo y la vista de un ojo. Tenía una buena fama y los enemigos de España le temían. Blas se había enfrentado muchas veces a los ingleses, y la mayoría de las veces les ganó con audacia e ingenio. En el intento de toma de Cartagena también aplicó esta valentía y audacia: mandó a poner unas cadenas a la entrada del puerto, lleno de huecos las almenas, ordenó a cavar zanjas al pie de la muralla defensiva, dotó a las piezas de artillería de rampas para poder adaptar el disparó de la pieza según las exigencias del combate e ideó un tipo especial de proyectil.

Las defensas españolas eran muy fuertes pero los ingleses eran muchísimos respecto a los combatientes españoles y empezaron a avanzar. La tenacidad española, el clima tropical y que los ingleses no enterrasen a los muertos provocaba enfermedades, epidemias y fiebres y por tanto su debilitamiento. Tampoco debemos olvidar el ataque definitivo de los españoles, 300 marineros frescos que cargaron contra los ingleses que definitivamente se derrumbaron y huyeron.

Fallecieron 6.000 ingleses en combate y 7.500 heridos, respecto a la flota, los ingleses perdieron 50 barcos de los 80 que tenían, el número de piezas de artillería tomada se elevaba a 1.500 cañones, la mitad de los que tenían.

Ésto nos enseña que no debemos vender la piel del oso antes de cazarlo.

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