martes, 3 de noviembre de 2009

Comparaciones históricas


Mediado el siglo XV, el antiguo Imperio Romano de Oriente, Bizancio había sido reducido de un moderado imperio a una pequeña península, cuya capital era Constantinopla.

Aquel Bizancio peninsular fue reducido a lo que era por las presiones del Imperio Otomano, que se extendía desde Asia hasta las puertas de Europa. En 1452, el turco Mohammed II planteó la conquista final de Bizancio, para ello cortó las comunicaciones de Bizancio con el resto de Occidente construyendo una serie de fortalezas a lo largo del Bósforo.

Giovanni Giustiannni era el que estaba al mando en la defensa de Constantinopla, y se preparó en los sucesivos meses para un seguro asedio turco, para ello se tomaron medidas como por ejemplo el cierre del puerto de la ciudad con una gran cadena que impediría el acceso de la flota otomana y por tanto un bombardeo a corta distancia, también se acumularon víveres y recursos militares de todo tipo.

No obstante, la cadena del puerto no impidió a los turcos acceder a su bahía, mediante una innovadora tecnología, las naves montadas sobre plataformas de madera sobrepasaron las colinas de Gálata y llegaron hasta el Cuerno de Oro, justo enfrente de la ciudad amurallada.

Con más de 25.000 unidades turcas, abundantes piezas de artillería y 120 naves dispuestas para el asedio, la cosa pintaba muy negra para el que sería el último emperador bizantino, Constantino XI, sin embargo se negó a rendirse.

Desde el 7 al 18 de Abril la parte occidental de la muralla fue bombardeada por la artillería pesada, logrando abrir brechas en la defensa, no obstante, los atacantes no lograron entrar en la bien defendida ciudad. El séptimo día de mayo 25.000 hombres arremetieron contra la defensa bizantina, no obstante fueron igualmente rechazados.

La zona de Blanquema también fue objetivo del asalto otomano, donde la guardia de Constantino la defendió.

Una de las estrategias frustradas del sultán turco fue minar las murallas de la ciudad mediante túneles subterráneos, no obstante, los cristianos, mediante espías rechazaron 14 intentos. Sin embargo la capital del moribundo Imperio Bizantino no resistió el que sería el asalto definitivo en la Puerta de San Romano, que con tres oleadas cedió.

No se está seguro de lo que le pasó al Emperador Constantino, varias son las teorías. En la que parece más segura Constantino sacó las insignias y peleó hasta el final. Lo que sí es cierto es que su cuerpo nunca fue encontrado.

Bizancio contaba con algunas tropas aliadas: 700 genoveses, 200 soldados del Papa, algunos mercenarios, centenares de españoles y 26 naves de guerra. Las tropas locales ascendían a 6000 soldados. Las pérdidas fueron terribles: 4000 civiles muertos y 25.000 prisioneros entre soldados y ciudadanos, todo esto sin contar con las personas muertas por el pillaje turco.

Los turcos iban mucho mejor preparados, con unos 10.000 jenizaros (jóvenes cristianos convertidos al Islam y entrenados como tropas de choque), 20.000 Bachi-Buzuk, abundante infantería y caballería, bombardas, cañones pequeños y medios, aparte de una bombarda gigantesca (se transportaba con 60 bueyes y 400 hombres). También habían 120 naves de la Marina de Guerra Otomana.

La caída de Constantinopla es uno de los iconos de la inconsciencia de Occidente frente al peligro del Imperio Otomano, las potencias europeas en su mayor parte abandonaron a lo que quedaba del extinto Imperio Romano. Occidente no se “unió” verdaderamente contra los turcos hasta que la ciudad cristiana fue conquistada. Y eso mismo nos está pasando a los europeos actuales, no entendemos el gran peligro que corre Occidente, un peligro que es indudable que corremos. Las intenciones del terrorismo islámico son directos, sin tapujos y cuyos objetivos son el destruir a Occidente, destruir la forma de vida que conocemos, para dar paso al Islám más extremista y más peligroso.

¿Reaccionaremos y nos concienciaremos del peligro que corre Occidente?

1 comentario:

  1. Buena comparación y un toque de atención al "respeto" que tenemos los europeos hacia los que nos amenazan, no ya sólo desde fuera, sino desde dentro de nuestros propios países.
    El respeto no puede confundirse con la abdicación de nuestras creencias ni con la permisividad con culturas que siguen en el siglo XIII y que no nos respetan.

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