La fundación de Iglesias ha sido
acusada de recibir contraprestaciones del Gobierno venezolano por servicios de asesoría, señalando a dicho régimen
como financiador del entramado político-institucional que rodea al
equipo de Iglesias. Ante esto, el eurodiputado denuncia la hipocresía
de quienes le acusan, pues dichos servicios son legales y nunca se ha
aconsejado la represión. Además, insiste en que hasta el propio
Gobierno español ha vendido armas a Venezuela, y que en ningún
momento ha defendido la aplicación del sistema bolivariano en
España.
No obstante, a pesar de las
justificaciones esgrimidas, una entrevista en la televisión
venezolana y declaraciones en su programa contradicen y ponen en
evidencia sus explicaciones. En dichas intervenciones Iglesias alaba
a Hugo Chávez, sus enseñanzas y el carácter invencible que
representa para sus enemigos después de muerto. El eurodiputado lo
ensalza como gran demócrata y señala el momento de su fallecimiento
como día de luto para quienes aman la democracia. En este sentido,
Iglesias muestra a Venezuela como modelo a seguir para el sur de
Europa, ejemplo de que se puede recuperar la soberanía y hacer las
cosas de otra manera.
Además, presenta a España como un
país desolado donde élites económicas controlan los medios de
comunicación e impiden que la información esté al servicio del
pueblo. Resulta curioso como Iglesias critica ferozmente el sistema
televisivo que le ha catapultado a la fama y permite ejercer su
derecho de expresión. Paradójicamente, ataca el sistema que le
reconoce el derecho a concurrir en unas elecciones con un programa
electoral contrario al Gobierno y ejercer la libertad de cátedra.
Aunque le pese, la sociedad española cuenta con diversidad de medios
informativos reflejo del pluralismo existente, unos medios de ética
dudosa pero libres y plurales.
La democracia no existe en el régimen
bolivariano, un sistema represivo cuyo sistema electoral y de
recuento es manifiestamente perverso y donde los medios de
comunicación no afines a la política gubernamental son víctimas de
una campaña que persigue el monopolio de la información,
manipulándola y distorsionándola a su voluntad. Con la falsa excusa
de proteger al pueblo, se criminaliza la protesta y todos los
resortes del Estado se orientan hacia la perpetuación del sistema
bolivariano. Todo ello mientras las políticas económicas del
Gobierno y el dominio de sus élites sumergen en la pobreza y el
desabastecimiento a Venezuela.
Pablo Iglesias no es terrorista pero
simpatiza con el entorno proetarra, abertzale y borroka, formando
parte del sector social que pretende instaurar un régimen
pseudocomunista en España. Por último, Iglesias representa a la
población joven nacida en democracia que arrastra los prejuicios de
una guerra que no sufrió. Frente a la conveniencia del espíritu de
reconciliación nacional y tolerancia, le domina un sentimiento
revanchista y la necesidad de instaurar un sistema traumático en
toda época y lugar.
Podemos se enmarca en el auge
generalizado del radicalismo en Europa, consecuencia de la crisis
económica y los recortes sociales. Pablo Iglesias ha irrumpido en el
panorama político español como un vendaval, promocionado por
ciertas cadenas televisivas, su capacidad argumentativa,
convencimiento y el uso maestro de las redes sociales. Todo parece
indicar que el triunfo en las elecciones europeas no será un
episodio aislado, sino que el partido irrumpirá con fuerza en las
municipales y generales.
No obstante, buena parte de sus
votantes desconocen quién es Pablo Iglesias y la esencia de su
perfil ideológico contenido en un programa electoral que pocos han
leído. Los detractores del eurodiputado atacan principalmente su
vinculación con el entorno de ETA y el régimen bolivariano de
Venezuela. En este sentido, documentos incautados a Herrira, la red
de apoyo a los presos de ETA desarticulada por el poder judicial, le
señalan como hombre de referencia en Madrid. Además, el profesor
universitario impartió una conferencia en una herriko taberna, donde
señaló que quienes primero se habían dado cuenta de la falsedad
del proceso constituyente español fueron la izquierda vasca y ETA.
Los guiños al entorno proetarra son
numerosos, pues en esa conferencia Iglesias reconoce que existen
derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad,
independientemente de lo que proclame la Constitución Española.
Además, en una de sus intervenciones en el programa “La Tuerka”,
Pablo Iglesias señala que la banda terrorista ha dejado de asesinar
y que ya no constituye una de las principales preocupaciones de la
población española, por lo que apelando a los demócratas plantea
la posibilidad de que los presos empiecen a abandonar las cárceles.
Las duras críticas por estas
intervenciones han sido merecidas, aunque a veces los detractores han
perdido la serenidad en sus críticas, confundiendo “explicación
política” con “justificación”, en relación a una de las
intervenciones del eurodiputado y la actividad criminal etarra. Desde
que surgió la polémica, los líderes de Podemos han reiterado su
condena a la actividad asesina de ETA, desvinculándose de cualquier
relación con el entramado proetarra y argumentando que Herrira
mantuvo contacto con otras fuerzas políticas. Además, señalan que
la banda terrorista negoció con los diferentes Gobiernos de España,
por lo que ellos no han hecho nada que no hayan hecho otros antes.
Aunque lo último es cierto, con
matices y salvando las distancias, el programa electoral de la
formación de izquierdas aclara sus posiciones políticas. En primer
lugar, la apuesta por una política penitenciaria más flexible al
compás de la desaparición de ETA, que abarcaría desde acercar a
los presos al País Vasco hasta su liberación. Pablo Iglesias se
equivoca, que ETA haya dejado de matar no implica su desaparición,
ni que deje de ser fuente de preocupación. La banda ha dejado de
asesinar porque su radicalismo y simpatizantes han obtenido
representación en los parlamentos navarro, vasco e incluso en las
Cortes Generales.
Los asesinos y cómplices de ETA no han
retirado su desafío al Estado de Derecho ni a la Democracia, pues no
se han disuelto ni entregado las armas, dispuestos a retomar su
actividad delictiva cuando se ordene desde ciertas instancias. Los
verdaderos demócratas deben combatir a ETA hasta su rendición
incondicional y desaparición, apoyando a los cuerpos y fuerzas de
seguridad del Estado, y sin renunciar a derrotar en el campo de
batalla de las ideas a los secesionistas no simpatizantes de la
violencia.
En segundo lugar, la defensa del
derecho a decidir de los pueblos que componen el Estado español, por
lo que un eventual Gobierno de Podemos autorizaría los referéndum a
favor de este tergiversado y manido derecho. Con otras palabras,
dicho Gobierno permitiría el desgarro y destrucción de la nación
española, otorgándole la victoria sin presentar batalla a los
intereses sectarios, intolerantes y partidistas del secesionismo.