El proyecto de Vidal
Quadras ha recibido un duro golpe, motivado por el desapego hacia un político profesional cuya trayectoria ha estado vinculada
al bipartidismo y reparto de las instituciones. España necesita una
alternativa de centro derecha, aunque no es suficiente para constituirse como tal la crítica ácida al Gobierno ni el desfile de personalidades públicas como el propio Quadras, Abascal o
Lara. En este sentido, la izquierda fragmentada ha impartido una lección de movilización y utilización de los medios de
comunicación, de la cual deben aprender quienes pretenden ser
alternativa al PP.
En líneas generales existe una obsesión contra el bipartidismo,
resumiéndose toda la campaña electoral en la destrucción del
sistema y la llegada al poder de grupos minoritarios. Las redes sociales
han atacado duramente el bipartidismo y todo lo relacionado con
él, equiparando a las dos fuerzas mayoritarias y aunándolas bajo
las siglas PPSOE, como si sus políticas y
trayectoria histórica fueran idénticas. La ciudadanía se encuentra
en cierta medida cegada por la frustración y el descontento; que
haya alternancia en el gobierno entre dos partidos no es en sí mismo
malo, el sistema no es perverso por existir el bipartidismo. En
muchos Estados funciona ese sistema, manteniéndose la separación de poderes y no existiendo déficit
democrático en sus instituciones.
Lo que sí merece desprecio y condena es que estos partidos
mayoritarios se repartan el nombramiento de las instituciones claves
del Estado, vulnerando la separación de poderes. El objetivo no debe
ser atacar el bipartidismo a cualquier precio, sino asegurar la
independencia de órganos tales como el TC y el CGPJ. El objetivo no
pasa por eliminar a los dos partidos de la vida pública en favor de
una amalgama de partidos que harían España ingobernable o
supeditando su estabilidad a frágiles alianzas electoralistas que
cederían ante el primer embate. La meta debe ser cambiar algunos
aspectos esenciales del sistema: asegurar la separación de poderes,
la independencia del poder constitucional y devolver el gobierno de
los jueces a los jueces. Todo lo demás vendrá por añadidura.
Es especialmente preocupante el ascenso del grupo Podemos,
liderado por Pablo Iglesias. Resulta sorprendente que este partido de
cuatro meses de vida consiguiese 5 diputados. Su programa electoral
resulta cuanto menos inquietante, con tintes totalitarios a la
par que utópicos. Muchos son los puntos que merecen crítica,
especialmente los relativos a la eliminación de ayudas o
subvenciones a la educación privada, incluida la concertada; la
expropiación estatal de viviendas, la nacionalización de ciertos
sectores estratégicos, el derecho a una renta básica por el hecho de ser ciudadano y la extensión del referéndum vinculante.
Los tres primeros puntos (educación, expropiación y
nacionalización) son claramente inconstitucionales. Eliminar
cualquier tipo de ayuda a la educación privada, incluida la
concertada, e invertir ese dinero únicamente en la educación
pública, tendría como consecuencia inevitable la monopolización
estatal de la educación, eliminando la iniciativa privada. Una
medida de este tipo vulneraría toda una serie de convenios
internacionales ratificados por España donde se reconoce el derecho
de los padres a elegir la educación que deseen para sus hijos, no
debiendo necesariamente ser pública y apoyando el
Estado dicha elección. En definitiva, se reconoce el derecho a
elegir con respaldo estatal el sistema educativo que se prefiera.
El TC ha recogido esta idea, matizando que el
Estado no debe sufragar el gasto que supone la
inscripción en una escuela o universidad privada, pero sí está obligado a reconocer este derecho y contribuir de alguna manera mediante
subvenciones. Negar cualquier tipo de subsidio a la
educación de iniciativa privada vulneraría el artículo 27 CE, solución histórica de compromiso entre dos
concepciones educativas contrapuestas, y también supondría negar la igualdad de oportunidades para quien sin medios suficientes elige la educación privada o concertada. En definitiva, es absurdo
creer que el problema de la educación pública reside en la privada o que sus intereses se contraponen necesariamente.
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