El Estado Islámico controla
extensos territorios de Siria e Irak, donde la guerra fratricida y
debilidad estatal han posibilitado su consolidación. Los islamistas
han logrado adueñarse de Mosul y Palmira, situándose a las puertas
de Bagdad. Su estilo sanguinario y la debilidad de los ejércitos
sirio e iraquí han contribuido a su éxito militar, permitiéndole
apoderarse de vehículos militares y armamento de variada
consideración. Además, este grupo no constituye una simple turba
terrorista, sino que ha conseguido organizarse como un verdadero
Estado.
El IS siembra el terror en los
territorios que controla, aplicando de la manera más rigurosa y
radical la ley islámica, perpetrando atrocidades contra su propia
población y descargando cruelmente su odio contra los occidentales
que caen en sus manos: mutilaciones, martirios, crucifixiones y
decapitaciones por realizar cualquier actividad contraria a los
preceptos del Corán. En este sentido, toda su puesta en escena y
actuación está impregnada de simbología, utilizando las propias
técnicas audiovisuales occidentales para infundir terror.
Los islamistas no se conforman
con controlar territorio sirio e iraquí, sino que pretenden dominar
Europa, contando para ello con fieles combatientes dispuestos a dar
la vida dentro de nuestras fronteras. Combatientes que, adoctrinados
en la fe radical islámica, esperan el momento oportuno para atentar.
Un claro ejemplo de esta disposición fue el ataque a la revista
Charlie Hebdó, amenazada en múltiples ocasiones por las
publicaciones de Mahoma en actitud indecorosa. La respuesta al
atentado no se hizo esperar, Occidente condenó el ataque y la frase
“Je suis Charlie Hebdó” se convirtió en bandera de la
libertad de expresión.
Sin embargo, la libertad de
expresión no ampara el menoscabo de la dignidad ni el simple
insulto. Al contrario, es un derecho limitado y no absoluto, y por
tanto es discutible que las viñetas satíricas de Mahoma estén
amparadas por la libertad de expresión. La mentalidad errónea que
sustenta la frase “Je suis Charlie Hebdó” es fruto de
concebir los derechos como simples y absolutas facultades de
disposición, donde el propietario puede enajenar e incluso destruir
su propiedad. La consecuencia de entender la propiedad como paradigma
y modelo de los demás derechos pasa por entender que no existen
diferencias cualitativas entre ellos, priorizándose el interés
propio en detrimento de los demás. En este sentido, el ejercicio de
los derechos no tendrá más límites que los voluntariamente
reconocidos por su titular.
Occidente debe concienciarse
sobre la amenaza del radicalismo, lo cual exige medidas concretas
como la vigilancia de individuos radicalizados provenientes de zonas
de conflicto y el control de flujos migratorios de determinados
países. Respecto a la web y redes sociales, herramientas de
captación y reclutamiento, el Estado debe reforzar el control sobre
aquellas webs promotoras de la yihad. No obstante, dichas
intervenciones podrían plantear problemas de constitucionalidad y
recrudecer el debate sobre los límites de la intervención pública
en la web y libertad de circulación ciudadana. Estas actuaciones
podrían ser viables si son proporcionadas y respetan las garantías
esenciales salvaguardadas por los tribunales.
Por último, debe lograrse la
plena integración de los musulmanes no radicales y respaldar a los
moderados en sus respectivos países. Además, deben promoverse
acuerdos de reciprocidad que permitan a los occidentales practicar el
culto libremente en esos países. Si Europa quiere vencer al
terrorismo islámico debe recuperar su identidad y construir un
proyecto alejado de la dictadura totalitaria del relativismo,
reencontrándose consigo misma.