Tras la autorización de las prospecciones por parte del
Ministerio de Industria, el Gobierno de Canarias desafía al Estado
convocando una consulta para que los canarios se pronuncien acerca de
las mismas. Rivero aseguró que la consulta del 26 de noviembre
estaba amparada por el ordenamiento jurídico, mientras insiste en
que la Administración autonómica cumplirá la ley y
pronunciamientos judiciales. Además, asegura que la Comunidad
Autónoma seguirá combatiendo jurídicamente contra unas
prospecciones que atentan contra Canarias y la hacen víctima de un
atropello colonialista.
En primer lugar, estudiando el marco jurídico en el que se está
desarrollando el conflicto, debe destacarse la porosidad del lenguaje
y el uso interesado del mismo. Según la Constitución Española el
único legitimado para aprobar la realización de referéndum,
herramienta jurídica cuyos resultados son vinculantes políticamente,
es el Estado. Todo ello a través de una propuesta presidencial y
posterior aprobación parlamentaria. Paulino Rivero, a través del
lenguaje, pretende que su consulta tenga el efecto vinculante propio
del referéndum.
En este sentido, la Ley Canaria de Consultas de 2010 constituye un
cauce efectivo para la participación de los ciudadanos en la vida
pública, conforme a la existencia del principio
administrativo-constitucional que reconoce el derecho de los
ciudadanos a participar en la vida pública, exigiendo cauces
jurídicos para ello. No obstante, dicho principio y ley tienen unos
límites que se desprenden del bloque de constitucionalidad y régimen
competencial español: el Gobierno canario puede proponer cualquier
consulta, siempre y cuando las materias sobre las que verse sean
competencia de la Comunidad Autónoma y no del Estado. Rivero conoce
las limitaciones de su ley, su posible interpretación y la más que
probable inconstitucionalidad de una consulta que interrogue
directamente sobre las prospecciones.
La eventual pregunta sería: “¿Cree usted que Canarias debe
cambiar su modelo medioambiental y turístico por las prospecciones
de gas o petróleo?”. No deja indiferente esta formulación,
debiendo advertirse la astucia de los asesores de Rivero al
desvirtuar formalmente el referéndum, para convertirlo en una
enrevesada e incongruente consulta. La Autonomía puede consultar
sobre la planificación económica del archipiélago por cuanto es un
asunto de su competencia, no existiendo inconstitucionalidad desde un
punto de vista estrictamente formal. Sin embargo, materialmente la
consulta constituye un claro fraude pues realmente no se pregunta
sobre el modelo económico, sino sobre las prospecciones. Por tanto,
existen dudas razonables sobre su constitucionalidad: formalmente
podría adecuarse al ordenamiento, pero no materialmente por cuanto
supone un fraude.
Los modelos no son excluyentes, pueden convivir la industria
petrolera y turística, siendo diferente el debate sobre la elección
de un modelo energético u otro. Además, el Gobierno español ha
seguido el procedimiento administrativo exigido, cumpliendo las
garantías legales. Por lo tanto, como ha manifestado el TS al
desestimar las pretensiones suspensivas del Gobierno autonómico, la
autorización de las prospecciones se adecua al ordenamiento. Rivero
debería preocuparse por otros asuntos como los posibles vicios del
reglamento que desarrolla la Ley de 2010, haciéndola decir lo que no
dice, o la forma en que manipula al pueblo canario, enmascarando sus
rencillas personales con Soria mediante el debate sobre las
prospecciones. El presidente no se opuso al proyecto en 2001 ni 2005,
y tampoco planteó una consulta cuando se construyó el puerto de
Granadilla, que produjo gran rechazo ciudadano.
En conclusión, Canarias debe diversificar su economía como
fundamento para combatir el elevado desempleo, buscando no depender
exclusivamente del turismo. La actuación de los poderes públicos
debe atraer inversiones para el archipiélago, buscando que éste se
constituya en referencia. En este proyecto deben reconocerse su
autonomía y peculiaridad, siendo posible convertir Canarias en
vanguardia atlántica de España si existe voluntad política y
entendimiento, desechando actitudes sectarias o partidistas. Los
nacionalistas deben saber que no aman más esta tierra volcánica que
quienes defienden las prospecciones.
Más claro, agua. Para que el 'caudillito' y sus 'asesores' se vayan enterando.
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