Desde una perspectiva autonómica resulta preocupante el triunfo
del independentismo en Navarra y País Vasco, donde EH Bildu se
consolida como segunda fuerza política con el 20,10 y 23,35% de los
votos respectivamente. En Cataluña, Esquerra Republicana ha tomado
el relevo y mando del proceso independentista con un 23,67% de los
votos, relegando a CiU a un segundo puesto. Dichos resultados son
sorprendentes si se comparan con las europeas de 2009, donde ERC era
cuarta fuerza política con el 9,20% de los votos, y el PSC la
primera con el 36,00%. En Navarra y País Vasco, la posición de
Bildu, inexistente en aquel momento, la ocupaba el PSOE con el 31,48%
y 27,78% de los votos respectivamente.
En Canarias las elecciones vuelven a poner de manifiesto el
descontento de la ciudadanía hacia los nacionalistas aglutinados
bajo las siglas de Coalición Canaria, con el 12,21% de los votos,
frente al 15,84% que obtuvieron en 2009, siendo de nuevo tercera
fuerza política. En este sentido, Coalición Canaria lleva dos
derrotas electorales consecutivas, y continúa gobernando Canarias
gracias a los alternativos pactos con populares y socialistas, que
constituyen la primera y segunda fuerza política del archipiélago.
Esta situación define perfectamente la inexistencia de compromiso
de Estado: PP y PSOE son incapaces de llegar a un acuerdo para
destronar a Paulino Rivero y CC del Gobierno. Mientras Canarias
mantiene el liderato junto al sur peninsular de la tasa de desempleo
y abandono escolar, miles de jóvenes emigran por culpa de un mercado
laboral incapaz de absorberlos y la corrupción sigue abriéndose
paso en la vida política canaria, las mayores fuerzas políticas
del archipiélago siguen de brazos cruzados, incapaces de llegar a un
acuerdo para acabar con más de 20 años de gobierno nacionalista.
España en su conjunto se desgarra en manos del extremismo, la
decepción y la desilusión, ocupando el vacío dejado por un PSOE
debilitado, sin unidad y sin proyecto nacional. Todos estos datos son
preocupantes, y mientras manifiestan el fin del bipartidismo,
anuncian simultáneamente una etapa de disgregación política e
inestabilidad gubernamental que sólo será superada a través de
frágiles alianzas electoralistas que no resistirán el primer
embate.
No obstante, hay algo más preocupante que la inestabilidad y el
ascenso del radicalismo: el alarmante nivel de abstención.
Afortunadamente, la participación ha subido en comparación con las
de 2009, pero sigue habiendo un 54,16% de abstención. Más de la
mitad de los ciudadanos que están convocados a las urnas no ejercen
su derecho ¿Cómo cambiar esa tendencia? ¿Qué piensan los
ciudadanos de esta situación? ¿Cómo afectaría al resultado
electoral su voto? ¿Qué ocurriría en Cataluña si el 52,37% de
abstención se convirtiera en votos? La situación es de extrema
gravedad, y merece que los ciudadanos se pronuncien.
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