El Gobierno ha autorizado a Repsol iniciar la búsqueda de
hidrocarburos en aguas españolas. Dicha aprobación y consiguiente
prospección, avalada por la Declaración de Impacto Medioambiental,
constituyen el primer paso para la eventual explotación de crudo.
Suponiendo que el combustible encontrado fuese de calidad y rentable,
debería iniciarse un nuevo procedimiento acompañado de una segunda
declaración medioambiental. Todo ello cumpliendo legislación
medioambiental europea de máximas garantías.
Los argumentos en contra refieren a la cuestión ecológica y
soberana. Paulino Rivero al frente del Gobierno canario, las
instituciones insulares afectadas y un amplio sector social
aglutinado bajo la campaña “Save Canarias”, han denunciado la
entrega del archipiélago a intereses privados con la miserable
complicidad de Manuel Soria. Esgrimen que se dañará gravemente la
biodiversidad de la zona y el turismo, motor económico de las islas.
En esta línea, la autorización gubernamental agita el germen del
nacionalismo, encontrándonos ante una situación compleja donde
intervienen intereses enfrentados y se derivan consecuencias.
Desde una perspectiva integral, se han interpuesto toda una serie
de recursos por parte del Gobierno canario donde se denuncian
defectos en el procedimiento, siendo desestimados por el TS y cuyos
argumentos no han sido suficientemente sólidos para paralizar
cautelarmente el procedimiento. No obstante, el TS tiene una nueva
oportunidad para pronunciarse sobre esta cuestión. Respecto al fondo
de la cuestión, las instituciones autonómicas alegan que debe ser
el pueblo canario quien se pronuncie en referéndum sobre una
actividad que tendrá consecuencias catastróficas. Por lo tanto, el
problema parece esencialmente político.
Los detractores entienden que la explotación de hidrocarburos
generaría contaminación y un inherente riesgo de derrame, lo cual
tendría como consecuencia inevitable el menoscabo a la biodiversidad
de la zona y la afectación negativa al turismo. Con otras palabras,
el Estado actúa al servicio de Repsol y sus intereses privados,
ignorando los riesgos y al pueblo canario. Asimismo, los detractores
insisten que aunque se inicie dicha actividad con la consiguiente
depreciación medioambiental y turística, la región no se
beneficiaría ni tampoco contribuiría a su desarrollo.
Además, alegan la incoherencias del Gobierno, pues mientras en
Baleares se ha roto la disciplina de partido frente a las
prospecciones, en Canarias se mantienen firmes. Además, cuando
fueron oposición frente al Gobierno socialista, alegaron en el
Congreso los mismos argumentos que se esgrimen ahora contra sus
intenciones. Parece que no existe ninguna diferencia significativa
entre los dos casos que justifique la existencia de dos respuestas
diferentes. Definitivamente, el panorama que dibujan los detractores
es el de un Estado opresor y una colonia vulnerable, saqueada y
maltratada.
Por otra parte, un sector minoritario encabezado por el Gobierno
de España defiende las prospecciones y eventual explotación. A
pesar de la tendencia existente a invertir en investigación y
potenciación de las renovables, actualmente los combustibles fósiles
son imprescindibles. El petróleo y sus derivados son la base que
permite el funcionamiento de todo cuanto usamos y ningún país
civilizado puede permitirse el lujo de ignorar o eludir la
explotación de sus propios recursos naturales.
Los cálculos manifiestan que la eventual explotación del
yacimiento satisfacería parte de la demanda energética nacional,
existiendo actualmente un déficit energético motivado por
decisiones políticas. Por tanto, debe plantearse si el alivio del
déficit y los beneficios económicos derivados de la actividad
compensan el riesgo de las operaciones. Según Repsol, en el peor de
los casos dicho riesgo consistiría en un derrame descontrolado,
siendo del 5,83% la cantidad máxima que alcanzaría las costas
canarias mientras un 26,2% lo haría en el continente. En cualquier
caso, la probabilidad de derrame es de 0,003 unidades, no
produciéndose un impacto ambiental relevante.
El argumento principal de perjuicio para el medio ambiente se cae por su propio peso: los controles europeos son exhaustivos mientras que los de Marruecos ¿quién sabe?. Y además, del turismo no deja de ir a ningún sitio porque hayan extracciones petrolíferas. Si no que se lo digan a los países del Golfo, a Dinamarca, a Noruega, a Méjico y a tantos otros países en esa misma situación.
ResponderEliminarY como colofón: el Gobierno de Canarias está utilizando medios públicos (radio y televisión) para hacer gratis su campaña anti-prospecciones.