Tras las guerras napoleónicas una pregunta flotaba en todo el mundo: ¿Se restauraría el antiguo orden político y las fronteras trastocadas hacía 25 años?
Para ello se reunieron los soberanos y diplomáticos más poderosos de la Europa del momento en Viena. El objetivo de esta asamblea era buscar la respuesta que planteaba la reorganización del continente tras la batalla de Leipzig en 1813.
Al Congreso de Viena asistieron los representantes del Papado, del Imperio Otomano, del Imperio británico, del Imperio Ruso, del Imperio francés y del Reino austríaco.
Los británicos, representados en su ministro de Exteriores Castlereagh, como siempre jugaron un papel muy importante. Los ingleses solicitaban el establecimiento de un equilibrio en Europa que dejase intacto el dominio inglés sobre los mares. El líder austríaco también creía en un equilibrio entre las potencias occidentales ya que temía de las aspiraciones territoriales rusas y prusianas. El representante francés, Talleyrand, opinaba al igual que Castlereagh y Matternich (el líder austríaco). El apoyo francés al ideal británico y austríaco le permitió al país galo mantener casi por entero las fronteras anteriores al régimen republicano y a Napoleón.
El Congreso pactó muchas transferencias de territorios para mantener la igualdad entre las potencias europeas, con este objetivo, por ejemplo, se asumió la abolición del Sacro Imperio Germánico y se sustituyó por una Confederación Germana compuesta en 39 estados, entre ellos Prusia y Austria.
Ante la negativa de Reino Unido, Francia y Austría, Rusia abandonó sus pretensiones en Polonia, aunque fue compensada con la absorción de Finlandia, que anteriormente perteneció a Suecia, que a su vez fue compensada con la obtención de Noruega.
Prusia a su vez obtuvo 2/5 partes de Sajonia y recibió parte de la orilla del Rin.
Los austríacos incorporaban Véneto y Lombardia.
El cerco a Francia se completó con la unión de Holanda y Bélgica en los Países Bajos y la restauración del reino de Cerdeña.
Hasta la primera guerra mundial únicamente dos guerras desplazaron las fronteras acordadas por el Congreso: la unificación de Italia y de Alemania, impulsadas por el nacionalismo.
El apoyo del congreso a la unificación de estos países provocó que las Revoluciones y las Guerras Civiles fueran continuas en el continente, pero en las cuales nunca intervino ninguna gran potencia (a excepción de la Guerra de Crimea) ni tampoco duraron mucho más de unos pocos meses.
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