El 52% de los electores
británicos ha decidido que su país debe abandonar la UE,
continuando su camino en solitario. Lo que comenzó como herramienta
de presión para renegociar la posición británica, ha terminado
como un paso atrás en el proceso de integración europeo. El
movimiento euroescéptico no ha logrado un resultado semejante en
ningún otro Estado de la Unión. Dado el resultado del referéndum,
el Reino Unido debe abandonar la organización internacional que más
ha avanzado a nivel mundial en la integración política, económica
y social de sus miembros.
Los argumentos esgrimidos
a favor del Brexit, tales como la recuperación de la soberanía
nacional, el control de los flujos migratorios o el propio ego
británico, son los que han triunfado. Por otra parte, los argumentos
de la solidaridad entre los Estados Miembros y las ventajas y
beneficios económicos reportados por la Unión no han logrado
convencer a la mayoría de los británicos. Las instituciones
europeas han aceptado democráticamente el resultado y han
manifestado que las negociaciones formales para la completa
desconexión del Reino Unido deben comenzar lo antes posible.
Durante el tiempo que
duren las negociaciones se mantendrá el statu quo de los
ciudadanos europeos en Gran Bretaña, y a la inversa. Pero es una
realidad que cuando el proceso termine, las libertades fundamentales
de libre circulación de personas y bienes y servicios quedarán
restringidas. Los productos británicos serán más competitivos
debido a la previsible caída de la libra, pero esto también
provocará que los ciudadanos tengan menor poder adquisitivo. El
comercio entre el continente y la isla volverá a sufrir aranceles y
aduanas, dificultando el intercambio comercial y el progreso
económico. Además, las inversiones extranjeras en el país caerán
previsiblemente por la enorme inseguridad jurídica que se avecina.
Las negociaciones
conducirán a un acuerdo entre el Reino Unido y la UE, o en su
defecto y según la materia, con cada uno de los Estados Miembros,
para reconfigurar la situación del primero en el marco europeo. Los
acuerdos que se alcancen probablemente mantendrán algún tipo de
cooperación y facilidades económico-comerciales, pero en ningún
caso podrán alcanzarse los niveles de integración de los que
actualmente disfruta el país anglosajón.
El resultado ha provocado
la dimisión de David Cameron. Dimisión lógica, pues no es posible
que el primer ministro que ha hecho campaña a favor del remain
lidere a su país en el proceso de desconexión, pues supondría
gobernar contra conciencia. Cameron se ha suicidado políticamente y
ha devuelto a su país al s.XIX. Su estrategia ha fracasado
estrepitosamente; pensaba que el referéndum como medio de presión
permitiría a Gran Bretaña negociar de manera reforzada, y sin
embargo ha provocado su salida de la UE. El primer ministro
británico, ante las presiones de sus colegas euroescépticos de
partido, ha antepuesto su silla al futuro de los británicos.
Cameron
ha sumido a su país en una profunda crisis de consecuencias
desconocidas. Ha dividido la sociedad británica en bandos y ha dado
el primer paso para la desintegración de su país. El hecho de que
Escocia e Irlanda del Norte hayan votado por el remain,
ha dado aliento a los independentistas de ambas regiones, quienes
reclaman un nuevo referéndum sobre su independencia; o como mínimo,
la manutención de sus vínculos con la Unión. En cualquier caso, es
necesario debatir sobre dos cuestiones fundamentales: cómo entender
la democracia y la validez de su manifestación más directa, el
referéndum.
No es
prudente confiar cualquier tipo de asunto al referéndum, pues
existen cuestiones trascendentales y técnicamente complejas que no
pueden decidirse de manera tan simple. La democracia directa es
difícilmente practicable, y cuanto menos, este tipo de decisiones
requieren una mayoría reforzada. La salida de Gran Bretaña no
puede decidirse únicamente por el 52% del electorado, pues
constituye una mayoría volátil que puede convertirse en minoría en
pocos años, dado que los jóvenes han votado masivamente por
permanecer en la Unión.
Como
conclusión, los británicos deben prepararse e iniciar el proceso
formal de desconexión. Reino Unido sobrevivirá porque es una gran
nación, pero se avecinan tiempos turbulentos e inestables. También
es tiempo de reflexión para los defensores de la Unión, pues ha
quedado demostrado que el proceso de integración europeo no es
irreversible, y que todavía queda mucho camino que recorrer para
conseguir la completa integración.