Los resultados de las elecciones
municipales y autonómicas de 2015 ponen de manifiesto el cambio de
tendencia producido en la política española. Partidos de reciente
formación han alcanzado la alcaldía de grandes ciudades, acabando
con la tradicional hegemonía de los partidos mayoritarios. Como
ocurrió en las elecciones europeas, el resultado constata la ruptura
del bipartidismo y la entrada en escena de nuevos partidos. El juego
de pactos ha permitido a Carmena y Colau ser alcaldesas gracias al
apoyo del PSM en Madrid y del PSC, Esquerra y CUP en Barcelona.
No obstante, a nivel autonómico
los pactos han permitido la continuidad de gobiernos históricos en
Andalucía, Madrid y Extremadura, de la mano de Ciudadanos y Podemos.
Además, estas elecciones han confirmado el descalabro de partidos
minoritarios como IU y UPyD, los cuales han desaparecido
prácticamente del mapa territorial y político. En general, los
resultados obtenidos deben inducir a los partidos políticos a la
reflexión, especialmente aquellos que se han alternado el poder
durante treinta años.
El Partido Socialista no ha
logrado desvincularse de la herencia de Zapatero y jugará un papel
clave en su propia decadencia. Pedro Sánchez piensa que la
recuperación del partido pasa por girar a la izquierda abandonando
el centro, cree que apoyar a Podemos en las municipales le permitirá
situarse como alternativa de Gobierno. El líder socialista considera
aliados a quienes antes tachaba de radicales y con los que aseguraba
que no pactaría. Sánchez ignora que el plan de Iglesias no consiste
en aliarse definitivamente con el PSOE, sino fagocitarlo y ocupar el
espectro que le pertenece. El PSOE está siendo destruido por su
incapacidad para articular un proyecto nacional creíble y la falta
de un discurso universal aplicable a todas las CCAA.
Muchas de las propuestas de
Sánchez desconocen la realidad española, por ejemplo proponer el
federalismo para un país cuya organización territorial no desmerece
dicho modelo. El PSOE ha logrado más poder en estas últimas
elecciones, pero ha obtenido el peor resultado de su Historia. Es una
lástima que el partido de izquierdas por excelencia y tradición
histórica, garantía de estabilidad, se hunda de tal manera en las
aguas del populismo. En este sentido, los resultados de las
elecciones generales serán aún peores y forzarán al desorientado
PSOE de Sánchez a formar parte de una coalición de izquierdas y no
precisamente liderándola.
Respecto al Partido Popular, sus
impopulares medidas y la corrupción le han pasado factura, siendo
incapaz de explicar de manera comprensible sus ideas y propuestas. El
PP ha abandonado la arena mediática y renuncia a defender la
fundamentación y fin de las medidas tomadas, o cuanto menos lo hace
inadecuada e insuficientemente. Los populares han olvidado que en la
argumentación y el debate intelectual reside el núcleo de la
batalla por las ideas. No obstante, resulta más lamentable que hayan
entendido la política en clave netamente económica. Es cierto que
la economía juega un papel fundamental en la sociedad contemporánea
y España necesitaba reformas económicas, pero no todo se reduce al
mercado.
El Gobierno debe plantear debates
en cuestiones como la investigación, educación o búsqueda del bien
común, cuestiones que no sólo se plasman en leyes y medidas
económicas. Mariano Rajoy ha rehuido debatir sobre muchas
cuestiones, perdiendo una oportunidad histórica y contagiándose del
complejo que reina en la derecha española, que le amputa la
legitimidad para plantear y tomar cualquier tipo de medida social. Si
el Partido Popular no corrige esta tendencia está condenado a volver
a la oposición o, en el peor de los casos, convertirse en un partido
veleta como el dirigido por Pedro Sánchez.
Respecto a Ciudadanos, debe
valorarse positivamente sus intenciones de renovación sin destruir
lo conseguido, la disposición para llegar a acuerdos que eviten el
desgobierno y la labor realizada en Cataluña en defensa de la unidad
nacional. No obstante, Ciudadanos intenta contentar a todos y
presenta indefiniciones que acabarán perjudicándole. Además,
merece especial crítica algunas de sus propuestas: la imposición
legal de primarias a todos los partidos y la supresión del régimen
foral navarro. Imponer el modelo de primarias supone una intromisión
intolerable en la libertad organizativa de las formaciones políticas,
sin perjuicio de las consecuencias legales que se deriven de escoger
un modelo u otro. Por otra parte, la supresión del fuero navarro
conlleva la eliminación de uno de los elementos que conforman la
identidad navarra en el conjunto de la Nación Española.
En cuanto a Podemos, ha logrado
alcanzar la alcaldía de las principales ciudades y ser palanca de
gobierno en alguna autonomía. No obstante, le hará perder votos su
buscada vinculación con el Gobierno griego, los problemas asociados
a la formación de las listas, y la simpatía por el bolivarianismo y
los abertzales. Los populistas han moderado su discurso para
impedirlo, a pesar de lo cual su retroceso es inevitable tal y como
presagian algunas encuestas. Además, su probabilidad de éxito e
influencia se reducirán a medida que mejore la situación económica
y sean visibles las consecuencias de las medidas adoptadas en las
alcaldías: inseguridad jurídica, inestabilidad, retroceso y
división.
España afronta un reto sin
precedentes, planteando un nuevo panorama las próximas elecciones
generales. El bipartidismo será liquidado a nivel nacional y en el
Congreso habrá cuatro partidos principales: el entendimiento y los
pactos serán necesarios. Probablemente el PP gane las elecciones por
la mínima y necesite apoyos para gobernar, aunque otro escenario
pasa por un gran pacto de izquierdas en el cual Podemos alce a Pedro
Sánchez a la Moncloa, o a la inversa, que sea el PSOE quien permita
a Iglesias convertirse en Presidente del Gobierno. Ambas alternativas
suponen el inicio de una etapa de inestabilidad y dificultades,
requiriendo visión de Estado y consenso.
Ha llegado el momento de iniciar
una nueva Transición; las instituciones deben recuperar la confianza
ciudadana y desterrar la corrupción de la vida política. España
debe emprender las reformas necesarias que permitan mejorar su
democracia sin promover la división entre españoles por motivos de
vecindad o ideología. Dichos cambios requieren respetar nuestro
pasado, nuestra Constitución y no olvidar que los políticos son
fiel reflejo del estado de la sociedad, por lo que los cambios
requieren la revisión de algunos planteamientos sociales.
Buen análisis.
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