Por otra parte, Podemos
es quien más tiene que ganar, siendo el otro partido de reciente formación que
aspira a ser segunda fuerza política y principal partido de la izquierda. Con
un líder carismático y un excelente manejo de las técnicas telecomunicativas,
ha aprovechado el descontento de la ciudadanía, marcándose un objetivo claro
con un itinerario detalladamente calculado y exitosamente ejecutado. En este
sentido, ya ha absorbido a IU y el siguiente paso será la fagocitación del
PSOE, tendiendo su mano al líder socialista y asegurando que sólo pactará con
él. Si la ambición de Sánchez es mayor que su prudencia, y acude a los cantos
de sirena de Iglesias, el PSOE caerá en manos de los populistas.
Aunque Iglesias se
reivindique como garante de la socialdemocracia y asuma posiciones más
moderadas, sigue siendo de extrema izquierda. Su ideología, manifestada en sus
programas y entrevistas, no puede maquillarse de un día para otro. Cualquier moderación
en su discurso responde a intereses electoralistas. Iglesias no es
socialdemócrata, sino bolivariano; tampoco cree en la UE, sino que aboga por
salir del euro; y no sólo asesora a una dictadura de facto, sino que ha sido
financiado por la misma para fomentar sus políticas en España. Es difícil que lleguemos
a la situación de Venezuela, pero no porque Iglesias no esté dispuesto a
aplicar ciertas políticas, sino porque nuestro país pertenece a ciertas
organizaciones internacionales que dificultarían su aplicación.
Sin duda alguna, la situación
más complicada es la de los socialistas, quienes siguen lastrados por la
herencia de Zapatero. Tras sus casi ocho años de Gobierno, los socialistas no
han logrado recuperar el electorado perdido ni con Rubalcaba ni con Sánchez, evidenciándose
este hecho una y otra vez en unos cada vez peores resultados electorales. La
conjugación de nefastos líderes, la falta de un marco discursivo común y la
incoherencia de sus pactos electorales con las “filiales” de Podemos, han hecho
del PSOE una sombra de lo que en su día fue. Es triste cómo el partido de
izquierdas por excelencia en España, garante de estabilidad y con experiencia
de Gobierno, naufraga de semejante manera.
Los socialistas saldrán
mal parados sea cual sea la decisión que tomen. Las alternativas reales se
reducen a formar un Gobierno progresista con Unidos Podemos, o bien permitir
que el PP gobierne en minoría. Respecto a la primera opción, Sánchez no tiene
la certeza de ser presidente del Gobierno debido al eventual sorpasso. Sánchez ambiciona el poder,
pero es dudoso que esté dispuesto a alcanzarlo a cualquier precio. Pactar con
Podemos supone abrazar el populismo, las políticas que han llevado a Grecia al
abismo y la posibilidad de que los secesionistas consigan sus propósitos.
La segunda posibilidad
pasa por pactar con el PP, formando un gobierno de coalición o permitiendo que
gobiernen en minoría. Ello supondría pactar con aquellos a quienes llevan
cuatro años criticando, y con quienes han “destruido” los derechos sociales. La
continuidad de las políticas populares significaría la destrucción de los
socialistas y su completa pérdida de credibilidad. En cualquier caso, la
abstención para que gobiernen en minoría permitiría a los socialistas aguantar
la posición a Podemos y a los populares, de tal manera que podrían calcular los
tiempos y derribar el Gobierno conservador cuando fuera el momento oportuno.
Todas las encuestas
auguran similares resultados a los de las anteriores elecciones, con algún
ligero matiz. No habrá mayorías amplias que permitan formar un gobierno
estable, sino más bien débil y de legislatura corta. El objetivo principal debe
ser alejar a Podemos del poder, evitando que destruyan el mínimo progreso que haya
podido conseguirse en los últimos cuatro años. En este sentido, será trascendental
el papel que juegue el PSOE. Si consigue ser segunda fuerza política, Pedro
Sánchez pretenderá formar gobierno con la abstención de Podemos. Si no lo
consigue, Sánchez se abstendrá y permitirá formar gobierno a Rajoy, con tal de
impedir que Iglesias sea presidente. En cualquier caso, Sánchez no tardará en ser
sustituido sea cual sea el resultado.
Todas estas
suposiciones ignoran ciertas variables, como el eventual apoyo de Sánchez a la
formación de un frente popular, o el requisito sine qua non de que Rajoy abandone la presidencia. Teniendo en
cuenta los tiempos de inestabilidad que se avecinan, los diferentes candidatos
deben abandonar sus posicionamientos personalistas y anteponer el interés de
España. Es evidente que la situación de desgobierno no puede prologarse por más
tiempo, nuestro país necesita un Gobierno, y sobre todo políticos con visión de
Estado.
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