España se halla bajo la atenta mirada
de los mercados internacionales, recibiendo un golpe tras otro, con
la prima de riesgo batiendo récords y el IBEX en caída libre. Ante
este panorama el Gobierno sigue la hoja de ruta “recomendada” por
Bruselas, basada en fuertes ajustes económicos de ahorro, control
del déficit y recorte de gastos.
Sin embargo, las medidas no han servido
para relajar la presión sobre España, concluyendo que existe un
problema más grave de fondo: el fracaso de la Unión Europea y el
Euro. Como consecuencia, no sólo la sombra del rescate se cierne
sobre España, sino también sobre Italia, cuya prima de riesgo
superó recientemente la barrera de los 500 puntos. La crisis en su
conjunto ha supuesto un fracaso europeo, complementado con las ruinosas legislaturas de Zapatero y Berlusconi, entre otros.
Pretendíamos construir la casa por el
tejado y ahora pagamos las consecuencias de nuestros errores, siendo imposible una verdadera unión sin la unificación bancaria
y fiscal. Asociado a ello, Europa no se recuperará hasta que no
aplique una política exterior verdaderamente común y tampoco
mientras siga dependiendo de las tres agencias de calificación
americanas.
Mientras la Unión Europea siga siendo
una estructura sin una base común y solida, será imposible recobrar
la confianza de los mercados; tampoco mientras el BCE evite comprar
deuda soberana y permita el ahogamiento de los países por la
financiación. Sin embargo, a pesar del panorama, la Unión puede
sobrevivir a esta crisis, sirviendo de ejemplo las palabras de
Draghi, cuya consecuencia inmediata fue el notable descenso de la
prima de riesgo y la mayor subida de la bolsa en dos años.
El proyecto europeo es ilusionante, un
reto que dejar a las generaciones venideras: países que hasta hace
menos de un siglo luchaban en encarnizadas guerras intentan llegar a
una meta común. Pero ese sueño se cumplirá cuando se refunde la Unión Europea desde su base; es el único
camino para evitar la decadencia absoluta del continente.
Por todo ello, Rajoy debe centrar
sus esfuerzos en combatir el desempleo y abandonar temporalmente su política de austeridad y recortes, porque de nada servirán hasta que
no se recupere la confianza de los mercados. El Gobierno debe tomar
las riendas y luchar por un papel predominante de España en Europa, reformar la Unión y emprender reformas
que realmente aporten confianza.
Dichas reformas no consisten en
recortar servicios sociales como la educación y la sanidad, sino
reformar el Estado y la política española: eliminar diputaciones,
unificar ayuntamientos, acabar con las autonomías y el Senado,
reducir privilegios políticos, prohibir la entrada de cómplices
etarras en el desarrollo institucional, eliminar subvenciones a
patronal, sindicatos, partidos políticos y demás sanguijuelas,
privatizar televisiones públicas, penalizar severamente a los
implicados en fraude, aplicar verdadera transparencia en los ingresos
de los partidos políticos, reformar la ley electoral e instaurar una
verdadera separación judicial.
Estas medidas, inevitablemente, deben ir
acompañadas de una subida de impuestos ya que el problema es
macroeconómico, pero sin duda alguna aportarán más confianza y
crédito que los temidos recortes.