sábado, 19 de diciembre de 2009

La Batalla de Maratón


En el año 490 a.C el Imperio Persa era el dueño de Asia y con aspiraciones de hacer lo mismo en Europa, a lo que sólo habían dos ciudades-Estado que se podían oponer: Atenas y Esparta, las cuales eran las principales alentadoras de las revueltas de otros pueblos contra los persas.

El rey Darío I organizó una invasión de la Península Griega, unos 25.000 hombres estarían disponibles para ese asalto y 600 naves de guerras que asegurarían la no intervención de la flota griega, todo estaba dispuesto para comienzos de septiembre del 490 a.C. La flota persa fue imparable a lo largo de todo el Mar Egeo, conquistando varias islas como Eubea.

Cuando llegaron a la Península Griega siguió la misma tónica, numerosas ciudades caían sin apenas oponer resistencia. Los persas siguiendo los consejos de los desertores griegos prefirieron acamparse en los alrededores de Maratón, una ciudad situada en una llanura estratégica de la costa oriental de Grecia.

Los atenienses no se quedaron de brazos cruzados mientras los persas lo engullían todo, así que prepararon un ejército, cuyo líder era Milcíades, capaz de hacer frente a los invasores. El ejército nativo se organizó en diez contingentes según las distintas tribus de la ciudad de Atenas, juntos contaban 10.000 soldados, mucho menos numerosos que los persas pero entrenados con una fuerte disciplina.

Mientras los atenienses ponían rumbo a Maratón, el mensajero Filípides fue mandado a solicitar refuerzos a Esparta, la otra gran potencia de Grecia. Debido a que llegó en un marco de celebración cuya regla era que no se podían entrar en combate hasta la siguiente luna llena, los líderes espartanos desoyeron estas peticiones de ayuda.

El 11 de septiembre los atenienses se colocaron en una posición estratégica, interponiéndose entre Atenas y Maratón y desde donde podían ver los movimientos organizativos persas.

La táctica de combate persa contaba con que la infantería pesada ocupara el centro, apoyada a su vez por la caballería que se situaría en los flancos. La retaguardia estaría protegida por los arqueros que tenían como objetivo diezmar a los atenienses en sus posibles cargas de Falange, una formación que les había abierto las puertas de Grecia.

Los griegos contaban con su formidable Falange, no obstante y debido a la gran extensión del ejército persa se vieron obligados a aligerar el núcleo, reforzar los flancos y atacar las divisiones persas más débiles.

El 17 de septiembre se iniciaron las hostilidades, las flechas persas hicieron estragos. Después de dos horas de intenso combate los invasores se dirigieron al centro de la formación griega, que se habían replegado a la entrada de un valle cercano. Los persas ya se daban como vencedores por su aplastante superioridad, la gran disciplina de sus arqueros y la mala posición que habían tomado los atenienses, ya que a la entrada de un valle no podían mover con comodidad a la caballería.

Cuando los persas estaban a unos escasos 200 metros, Milcíades ordenó al centro griego que atacara a los invasores de frente, como consecuencia de ésto se expusieron a la pérdida de terreno mientras los flancos sostenían el combate contra los persas.

Así Datis, el líder persa, concentró a todo su ejército en el centro, sin caer en la cuenta de que los flancos griegos aprovechando este mal movimiento tenían la opción de rodear al contrario y ganarle la partida, por mucha diferencia numérica que les separara. Pero Milcíades sí se dio cuenta y eso se materializó en la orden de contraataque que ordenó, que tuvo como consecuencia la desbandada de las tropas asiáticas.

Mientras los persas huían, los atenienses reorganizaron su esquema de batalla y cargaron varias veces sobre los persas, llegando a perseguirlos hasta la misma playa, donde finalmente murieron 7.000 soldados invasores y 192 griegos. El impulso de los griegos fue tal que siete naves fueron capturadas.

Pero el peligro persa no se habían ido completamente ya que podían desembarcar en cualquier otro punto de la costa y retomar su política expansiva, por eso junto a 8.000 hombres, Milcíades decidió dirigirse al sur. Efectivamente los persas llegaron hasta las inmediaciones del puerto de Falero, cerca de Ática, pero rehusaron enfrentarse de nuevo al ejército ateniense. Las ambiciones de expansión persas fueron frenadas pero aún así siguieron devorando muchos otros territorios.

Cabe destacar la llegada tardía de los refuerzos espartanos al campo de batalla. Los espartanos haciendo gala de su fuerza cubrieron en tres días 240 kilómetros.

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