sábado, 19 de mayo de 2012

Occidente y el Integrismo islámico


Este artículo nace a colación de un comentario de texto, donde el autor argumentaba que el burka llevado por la mujer musulmana guarda cierto paralelismo con la esclavitud de la mujer occidental con respecto a la talla 38.

Sin embargo, el autor está completamente equivocado al situar ambos conceptos en un mismo plano. Mientras la mujer occidental decide estar sujeta a la moda, teniendo la última palabra a la hora de vestir una prenda; la mujer musulmana no tiene elección, inculcando desde todas las instituciones político-religiosas de sus países la imposición del burka.

En Europa llevar minifalda es una elección, mientras que llevar el velo en el mundo árabe es una obligación que se remonta a épocas antiquísimas. Por lo tanto, la mujer acaba aceptando y normalizando esa mentalidad medieval.

Occidente no se ha embarcado en una lucha contra el musulmán, sino contra el Islamismo radical representado en la sharia; siendo ésta incompatible con los derechos e igualdad de los países democráticos. Acorde a lo explicado anteriormente, Francia ha endurecido las penas contra todo aquello que represente la sumisión de la Mujer y que atente contra los valores de la Democracia; ejemplo de ello nos lo da la prohibición del velo integral en todos los espacios públicos.

Como reacción a lo explicado anteriormente, muchos alegan que prohibiciones de este tipo son hipócritas, careciendo de coherencia con respecto a la libertad de pensamiento, conciencia y culto. Sin embargo, olvidan que medidas como la adoptada por el gobierno francés están completamente justificadas, perteneciendo a diversos mecanismos que Occidente tiene para defenderse contra una radical ola de integrismo islámico, tal vez fruto de una errónea política exterior.

La prohibición del burka integral en Francia responde más bien a una cuestión de civismo público; y es que Francia, como república laica, no permite manifestaciones religiosas de ningún tipo en sus espacios públicos. No obstante, los que critican esta prohibición olvidan que los individuos extranjeros en estos países musulmanes deben acatar y cumplir a rajatabla las costumbres locales; por lo que Europa está completamente legitimada al tomar decisiones de este tipo.

Por si no fuera suficiente lo planteado anteriormente, ciertas preguntas despejan todas las dudas: ¿Acaso los mandatarios europeos no entran descalzos en las mezquitas o con una especie de velo en el caso de las mujeres? ¿Está deslegitimada por lo tanto la prohibición de llevar burka en suelo francés? ¿Hasta qué punto la flexibilidad anterior permitió llevar a cabo en territorio europeo prácticas medievales como la ablación, matrimonios forzados o incluso apología del terrorismo?

A colación de los asesinatos de Toulose, el gobierno francés ha planteado aplicar ciertas medidas restrictivas contra páginas web simpatizantes del terrorismo islámico, pudiendo ser detenidos los visitantes de dichos portales. Estas propuestas han sido calificadas por buena parte de la opinión pública como “cortinas de humo” e injustas avivadoras de la desconfianza contra el musulmán.

Es obvio que no todos los musulmanes son radicales, aunque es necesario que Europa se blinde contra un peligro cuya existencia muchos niegan: el fanatismo religioso y el Integrismo, en cualquiera de sus vertientes. Las medidas necesarias para conseguirlo pasan por replantear el papel de las democracias occidentales en el mundo árabe, el mayor control de las fronteras, la mayor efectividad de los servicios de inteligencia, la cooperación internacional y la expulsión de todo extranjero o nativo que atente contra los valores de la Democracia.

En el caso particular de España, el fanatismo islámico reivindica el retorno de Al-Andalus. Cualquiera que esté informado conoce y valora las innovaciones técnicas que dejaron los musulmanes en España durante sus ocho siglos de ocupación; no obstante, el pensador crítico nunca negará que el Islam quedó anclado en el medievo; y que los países regidos por la palabra de Mahoma realizan prácticas tan abominables como la lapidación.

Por otra parte, todo es papel mojado cuando hablamos en un plano estrictamente económico. Es decir, las élite política occidental es partidaria de poner fin a las prácticas de la Sharia y defiende a ultranza los derechos de la Mujer; sin embargo, olvidan estos planteamientos cuando firman acuerdos comerciales con países árabes.

Por lo tanto, inherente a la protección de la sociedad occidental, es necesaria la ruptura de la dependencia energética con aquellos países que vulneran los derechos de la Mujer y acogen en su territorio células terroristas cuyo único fin es eliminar al infiel.

Como conclusión final, es fundamental erradicar cualquier atisbo de fanatismo religioso o político de las instituciones, contribuyendo con ello al pleno desarrollo del individuo en la sociedad democrática. También se hace necesario la implantación de reglas que eviten alcanzar el poder político a cualquier clase de radicalismo; es decir, que la propia democracia no sea usada como herramienta para conseguir su propia destrucción.