La Huelga General del 29 de marzo se ha celebrado democráticamente acorde al derecho de reivindicar los
derechos laborales y defender los intereses de los trabajadores; no
obstante, estos intereses parecen no estar en consonancia con los
motivos y fines sindicales.
Ha sido una huelga politizada y
protagonizada por unos sindicatos que han visto reducidas las subvenciones estatales en un 20%; y claramente alentados por un PSOE que no
encaja bien las derrotas electorales. Los sindicatos pierden
credibilidad ante el ciudadano bien informado, y es que han actuado
como el brazo sindical de cierta izquierda, comportándose como
auténticos estómagos agradecidos. En este sentido cabe subrayar la
pasividad de los sindicatos ante el anterior gobierno de Zapatero; y su incapacidad de actuar ante la escandalosa cifra de cinco millones de
parados.
El comportamiento sindical no se ha
correspondido con los valores democráticos inherentes al ejercicio
de la huelga; ya que no es lógico inflamar su causa de carácter democrático y reivindicativo y exigir respeto, mientras son
incapaces de respetar la libre elección de otros a acudir a sus
puestos de trabajo. Es curioso la actitud dictatorial de los líderes
sindicales a la hora de escudarse en la supuesta defensa de los
derechos laborales, incluso de aquellos que no han acudido a la huelga.
En un artículo anterior me preguntaba
cuál sería el comportamiento de los piquetes informativos con
respecto a los trabajadores que decidieran acudir a sus puestos de
trabajo. Como esperaba, muchos de los que quisieron
incorporarse a su jornada laboral se vieron dificultados por los
antes mencionados piquetes informativos; que más bien merecen el
adjetivo de “coactivos”, siendo buque insignia de ese comportamiento el actor Willy Toledo, denunciado junto a sus camaradas sindicales por destrozar supuestamente el bar de un peruano.
De lo anteriormente expuesto se
desprenden imágenes tales como la obstaculización de la entrada de
camiones a Merca Madrid; las acciones encaminadas a paralizar el
desarrollo de la vida ciudadana; la coacción a pequeños y medianos
comerciantes para que cierren sus negocios; y la intolerable acción
de colocar silicona a la cerradura de entidades bancarias o pegar
pegatinas a los retrovisores de guaguas con vistas a impedir la realización
del servicio, entre otras muchas acciones vandálicas.
Los españoles deben ser conscientes de
esto e informarse, actuar y opinar desde un punto de vista crítico y
objetivo. Todo ello contribuirá a la mejora de nuestra imperfecta
democracia, que se ha visto ultrajada por el comportamiento
totalitario de los sindicatos; que parecen incapaces de adquirir
responsabilidad en el uso de la libertad que les otorga la
Constitución de 1978.
Personalmente, secundaré una huelga
general cuando sea protagonizada por verdaderos sindicatos cuyo único
fin sea la defensa de los derechos laborales; y no movidos por fines
ideológicos o políticos.